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El don de la feminidad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 28, 8-15

EVANGELIO
Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: – «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. Jesús les dijo: – «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: – «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

Palabra del Señor.

El don de la feminidad.

Todos partimos de un lugar de muerte. Si estás leyendo este comentario es porque de una manera u otra has tenido un encuentro con Jesús y Él te ha devuelto a la vida. Cuando las mujeres tienen ese encuentro con el Señor, salen corriendo a anunciar a los discípulos que Jesús no estaba en el sepulcro. Después de esa actitud de salir corriendo es Jesús el que sale a su encuentro y les dice «alegraos». Qué importante es salir corriendo a anunciar al Señor vivo.

Jesús anima a las mujeres a que anuncien su resurrección a los discípulos. Jesús envía hoy a las esposas a comunicar a sus esposos e hijos el encuentro que han tenido con Dios. Él va con ellas. Mujeres auténticas capaces de atraer a sus esposos hacia Jesús, copiando las virtudes de María, con sus armas, con ese alma femenina auténtica creada para llevar vida en su interior. Esposas que utilizan sus armas de mujer sobre todo para conquistar el alma de sus esposos para Jesús. Esposas que no se imponen, sino que seducen a sus esposos para llevarlos a la verdad de la fe.

Hoy damos gracias a Dios por la feminidad de las esposas siervas del Señor, que siembran la semilla de la fe en nuestros hogares.

María:
Tú, la mujer perfecta, que además nos mostraste el perfecto don de la fe, la esperanza y la caridad. Ayuda a las esposas a vivir la dignidad de su feminidad tal como Dios la creó. Ejemplos de ternura, de delicadeza, en los detalles, sensibles, madres, acogedoras, esposas, creyentes… Un maravilloso ramillete de dones al servicio del amor de Dios. Alabado seas por tan precioso don.

Gracias por nuestra Madre. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 1, 26-38

EVANGELIO
Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: -«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: -«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios, Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Di le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: -«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: -«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: -«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra. »
Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor.

Gracias por nuestra Madre.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Por una mujer (Eva) perdimos la inocencia originaria que nos permitía a los esposos mirarnos participando de la mirada del Creador. Por una mujer, la Santísima Virgen Inmaculada, que arranca este Proyecto misionero de Amor Conyugal para Matrimonios, se hace posible en Cristo recuperar por la revelación de la Palabra y por la acción del Espíritu Santo, esa manera de mirarnos.

María, eres la muestra de la misericordia de Dios, “Espejo de justicia y causa de nuestra alegría”. Él quiso re-crear todo de nuevo y emprender el camino del perdón eterno (“Puerta del cielo”). Todo tenía que volver a empezar en Ti (“Reina concebida sin pecado original”), y así, te convertiste en la segunda Eva (“Madre de la Iglesia”). Otra vez una mujer sin pecado que estuviera dispuesta a obedecer (“Virgen fiel”) para dar lugar a la Nueva Alianza (“Arca de la alianza”). En Ti, por puro amor, Dios vuelca toda la gracia (“Madre de la divina gracia”), incluso el mismísimo Dios se nos da a través de Ti (“Madre de Cristo”). Madre, eres un don tan grande para todos nosotros, que no podemos dejar de dar gracias a Dios por Ti (“Virgen digna de alabanza”, “Reina de la familia”, “Reina de la paz”…).

Muéstranos a los esposos ese camino de la santidad a través de nuestra vocación. A través de Ti, se ha restituido el camino que hace posible vivir el plan de Dios para el matrimonio.

Bendita Madre, mediadora de todas las gracias, damos gracias a Dios por los dones que te ha concedido para interceder por nosotros. Que nuestro amor conyugal sea digno de tal Madre.

Oh Madre nuestra, que hermosa toda tú revestida del amor de Dios, Madre Inmaculada, Virgen pura, bienaventurada seas por siempre. Felicidades en tu día, María Santísima.

Salve, Dios te salve, Reina y Madre, de misericordia…

Llamada sin retorno. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 4, 18-22

EVANGELIO
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron

Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 18-22
En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores.
Les dijo:
-«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Palabra del Señor.

Llamada sin retorno.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Evangelio de hoy nos ayuda a reflexionar sobre el misterio de la llamada de Dios a cada uno de nosotros: Nuestra vocación.
Nosotros hemos recibido la llamada fundamental como hijos de Dios por el bautismo, y dentro de ella, cada uno desarrolla su misión (Servicio) de una manera diferente, y la nuestra es la vocación al amor en el matrimonio.

La llamada se produce en la cotidianidad de la vida, e implica siempre un cambio radical del que ha sido llamado. También implica siempre un seguimiento de Jesús, pues Él es el camino, la verdad y la vida. Así, puede haber cambios muy radicales que no tengan nada que ver con la vocación porque en ellos no se está siguiendo a Jesús. Otra característica común es que esta llamada nos “conduce a la paz”. (Lc 19, 41)

Toda llamada es un don, de manera que, si no es acogido no se produce tal don. Una vez que se acoge, se produce en nosotros un cambio de rumbo que nos implica totalmente. Pensemos en la persona que es llamada al matrimonio: Tal como nos explica San Juan Pablo II, en el Génesis se contempla cómo Dios crea al hombre (genérico), y como “no es bueno que el hombre esté solo”, y le va a hacer una “ayuda semejante”. Entonces Dios hace caer al hombre (genérico) en un “sopor”, y de él crea a la mujer, en este lenguaje simbólico tan hermoso. Después el hombre despierta como varón ante la mujer, preparado para la unión con ella. Bien, pues ese “sopor” dice San Juan Pablo II que es como volver al “no-ser”. Tan radical es el cambio del hombre que le devuelve a la no existencia para ser re-creado como esposo.

Este lenguaje tan simbólico del Génesis nos hace tener una idea de lo radical del cambio de vida que supone el matrimonio. Hoy en día, se confunde el período del noviazgo con el del matrimonio hasta tal punto que prácticamente no hay diferencias. Conviven juntos y no se produce ese cambio radical, y esto trae consigo graves problemas en la relación.

Los esposos tenemos que devolver a la “no existencia” aquella vida como personas individuales y construir algo totalmente nuevo con nuestro cónyuge. Un cambio de rumbo, un sí a Dios definitivo a la nueva misión que nos ha puesto por delante. Si nos aferramos a lo antiguo, mataremos ese nuevo yo al que estamos llamados, mucho más rico, más libre y más santo.

Oración:
Madre, recuérdanos una y otra vez aquel “haced lo que Él os diga” de las bodas de Caná. Que estemos abiertos y dispuestos a morir a nuestro pasado y dejar que Dios re-cree nuestro futuro como esposos siendo uno. Los apóstoles lo dejaron todo de inmediato. Pídele a Jesús que nos llame con tanta intensidad, que le sigamos y no seamos capaces de volver a mirar para atrás. Queremos ser uno, Madre, por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

Virtudes y potencias. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 13, 18-21

EVANGELIO
Crece el grano, y se hace un arbusto

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 18-21
En aquel tiempo, decía Jesús:
– ¿ A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas. »
Y añadió:
-¿ A qué compararé el reino de Dios?
Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»

Palabra del Señor.
Virtudes y potencias.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Contemplamos hoy el trabajo conjunto de dos Esposos, Cristo y la Iglesia, para la redención del mundo.

San Ambrosio compara el grano de mostaza a Cristo muerto, que fue sepultado en un huerto ¿Qué es un muerto más en el mundo y en la historia de la humanidad? Una pequeña semilla, que al resucitar, se convierte en el árbol de la Vida, sobre el que reposarán todos los hombres que crean en Él. San Beda ve en el hombre que siembra a Cristo y el huerto es la Iglesia. Cristo se siembra en la Iglesia, siembra su Palabra.

En la segunda parábola, San Ambrosio ve en la mujer a la Iglesia, que tomó la levadura que es Cristo, para introducirla en la harina, que somos cada uno de nosotros.

Admiremos por tanto, la hermosa escena de los dos Esposos, Cristo y la Iglesia, trabajando juntos, como uno solo, por nuestra salvación.

¿Cómo actúa esta levadura? Teofilato identifica la harina con nuestra alma. Las tres medidas de harina son las tres potencias del alma: Memoria, entendimiento y voluntad. Se llaman “potencias” porque son “Las capacidades o herramientas de que dispone el alma humana para realizar su cometido más trascendente, cuál es, el de obtener su salvación.” Esas tres medidas de harina, tienen que fermentar para crecer y transformarse. Las tres son fermentadas por Cristo y se ensanchan y desbordan nuestras capacidades. Bien, entonces ¿Quién desarrolla esas tres potencias? Ya lo hemos dicho, Cristo, mediante las tres virtudes teologales: Fe (por la que creemos en Dios), Esperanza (por la que aspiramos a la vida eterna) y Caridad (Por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos) (Cfr. CIC 1812 ss). Son tres virtudes que no podemos conseguir por nosotros mismos, sino que proceden de la acción de la Santísima Trinidad).

Dice San Juan Pablo II en su obra sobre San Juan de la Cruz: El esquema de correspondencia, entre las virtudes teologales y la potencias del alma, se ajusta así: A la fe le corresponde el entendimiento; a la esperanza le corresponde la memoria; y a la caridad la voluntad. En cada virtud teologal debe de actuar la unión con Dios en la `potencia correspondiente. Las tres virtudes teologales, han de ser las que han de poner en perfección las tres potencias del alma… Mediante las virtudes teologales cada potencia es informada de modo sobrenatural según las exigencias de su propia entidad”.

Así que, Esposos, la Caridad Conyugal, que es la perfección de nuestro amor, se alcanza cuando la Iglesia (Esposa) introduce la levadura de Cristo (Esposo) en nuestra harina, esa que lo pone todo perdido… Ya solo falta que al elegir el tipo de pan en el que os queréis convertir, no decidáis haceros “baguetes” 😉 .

Oramos con el salmo, por los frutos del sínodo de la familia.
Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.

A Dios Madre. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 8, 1-3

EVANGELIO
Algunas mujeres acompañaban a Jesús y lo ayudaban.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 1-3
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él habla curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor.

A Dios Madre.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cristo se hacía acompañar de varias mujeres. Hoy aprovechamos este Evangelio para hablar de la mujer.

Para ello recurrimos a un resumen que aparece en catholic.net sobre la bellísima encíclica de San Juan Pablo II: Mulieris Dignitatem (La dignidad de la mujer).

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El hombre es “imagen y semejanza de Dios”, no sólo en cuanto ser racional, sino en cuanto existe en esa complementariedad que lo hace ser “hombre” y “mujer”. Como explica el Papa, el hombre, creado como hombre y mujer, no existe sólo como alguien que se “junta” o se “une” a quien es su complemento, sino que recibe la llamada a existir “el uno para el otro” precisamente en cuanto hombre y mujer (cf. n. 7).

También evoca el Papa el paralelismo entre Eva y María para comprender, por un lado, el drama del pecado, que tanto daña las relaciones entre el hombre y la mujer; y, por otro, la promesa de la llegada de un Salvador, que nacerá precisamente a través de una Mujer.

La maternidad, explicaba Juan Pablo II, “ya desde el comienzo mismo, implica una apertura especial hacia la nueva persona; y éste es precisamente el ‘papel’ de la mujer. En dicha apertura, esto es, en el concebir y dar a luz al hijo, la mujer ‘se realiza en plenitud a través del don sincero de sí’” (n. 18).

A través del don de sí, que involucra plenamente a la mujer en la experiencia de la maternidad, también el hombre aprende a ser padre. Maternidad y paternidad es algo que afecta a dos personas, pero que lleva a la mujer a “pagar” (así lo explicaba el Papa) “directamente por este común engendrar, que absorbe literalmente las energías de su cuerpo y de su alma”. El varón debe recordar “que en este ser padres en común, él contrae una deuda especial con la mujer. Ningún programa de ‘igualdad de derechos’ del hombre y de la mujer es válido si no se tiene en cuenta esto de un modo totalmente esencial” (n. 18).

Una de las conclusiones principales de la carta es que la mujer, tiene la misión de ayudar a los seres humanos a vivir su propia identidad precisamente bajo la categoría del don. “La mujer no puede encontrarse a sí misma si no es dando amor a los demás” (n. 30).

La mujer, como el varón, necesita recordar que ha recibido una misión especial, que tiene una “tarea encomendada”: la de atender y darse al hombre. “La fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial el hombre, es decir, el ser humano. Naturalmente, cada hombre es confiado por Dios a todos y cada uno. Sin embargo, esta entrega se refiere especialmente a la mujer -sobre todo en razón de su femineidad- y ello decide principalmente su vocación” (n. 30).

El capítulo conclusivo recuerda el sentido de toda la carta papal: reconocer la misión que Dios ha dado a la mujer, de forma que sea posible descubrir el sentido de su femineidad y abrirse al “don sincero de sí misma”, lo cual le permite “encontrarse” a sí misma (cf. n. 31).
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Solemos ver a Dios como Padre. Contemplamos hoy la belleza de la feminidad de Dios, de la que la mujer es imagen. Un Dios que engendra a su Hijo como Madre, que decora la tierra con la belleza de la naturaleza, las flores, el rocío, el arcoíris… tanta delicadeza que nos muestra en su obra creadora. Se palpa su cariño maternal. Alabamos a Dios por su feminidad y por la feminidad que ha transmitido a las esposas, con su manera de ver la vida, de hacerla más hermosa; por el mundo emocional que nos descubren; por su entrega maternal, en el hogar, otras con su entrega virginal…

Hoy los hombres damos gracias a Dios por el don de la mujer y su feminidad. Le pedimos que nos enseñe a acogerlas y cuidarlas con la delicadeza que merecen. Y las mujeres le pedimos para que nos guíe en esta “tarea encomendada” que supera con mucho nuestras capacidades.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/