Pequeño + Pequeña = Amor grande. Comentario de Evangelio para Matrimonios: Mateo 18, 1-5.10

EVANGELIO
Sus ángeles están viviendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5.10

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?».
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
«En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge en mí.
Cuidado con despreciar a uno estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial».

Palabra del Señor.

Pequeño + Pequeña = Amor grande.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dos claves sobre la pequeñez:
La obligación para nosotros de luchar contra nuestra tendencia a engrandecernos: «Si no volvéis a ser como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Por tanto el que se haga pequeño, ese es el más grande…»

Podemos entender nuestra responsabilidad en esta acción de empequeñecernos. El Padre valora nuestra lucha, Él ve en nuestro corazón, lo mucho que nos esforzamos y contamos con Él, viviendo una relación filial. Es la pureza de corazón de la inocencia originaria, la que permite escuchar la voluntad del Padre, reconocer Su rostro en nuestro esposo, participar de Su mirada creadora.

La segunda clave que destaca es sobre nuestra manera de tratar al otro, pues nos dice: «cuidado con despreciar a uno de estos pequeños…». ¿A qué pequeñez se refiere Jesús? Jesús se identifica con el esposo que tiene miedo, que está cansado, que está perdido… Jesús se enternece. Ante los pequeños tendemos a compadecernos y perdonarles. Si contemplásemos a nuestro esposo como una oveja pequeña necesitada de Dios y buscada por el Padre, veríamos más frecuentemente y más de cerca el rostro de Dios en él/ella: “¡El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí!”.

Aterrizado a la vida matrimonial:
Teresa: Manolo, yo creo que no estoy actuando bien con nuestro hijo Pedro. ¿Puedes ayudarme?
Manolo: Lo intentaré, Teresa. Yo pensaba que era una cuestión de falta de rigidez, pero he descubierto con esa frase de San Pablo “Padres, o exasperéis a vuestros hijos” que quizás deberíamos seleccionar mejor nuestros mensajes y quedar de acuerdo antes de dirigírselos a él, para no aturullarle.
Teresa: Puede que tengas razón. Lo estudiamos juntos y lo ponemos en práctica.
Pablo: Si tú también lo ves bien, lo consultamos con nuestros directores espirituales y así nos quedamos más tranquilos de que estamos acertando. ¿Te parece?
Teresa: Genial.

Madre,
Qué poco sabemos sobre el amor y qué “viciados” están ya nuestros criterios y nuestros hábitos. Necesitamos mucha formación y mucha ayuda. Necesitamos sabernos pequeños en esta materia. Ayúdanos Madre. Amén.

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