Los secretos de la oración entre esposos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 8, 4-15

Los secretos de la oración entre esposos.

Los métodos de hacer oración son tantos como matrimonios. No hay una manera concreta de orar, como no hay dos matrimonios iguales, sino que cada uno va adquiriendo su “estilo”. No obstante daremos alguna pautas.

Lo primero que hay es que “querer”. Es quizás lo más importante. Es básico meditar regularmente. La relación con el Señor no depende de nuestros estados anémicos. Cuando alguien ora no es porque lo siente, sino porque tiene convicción. A trabajar o estudiar no vamos por sentimiento, sino por convicción. El sentimiento obviamente ayuda, pero no es regular, es muy fluctuante y nuestra vida de oración será muy mediocre.

Si no oramos regularmente, nuestra vida espiritual y conyugal se va a parecer a las tres primeras partes de la parábola: Al borde del camino, en terreno pedregoso y entre abrojos. Si no se tiene una firme convicción de que hay que tener una oración regular, la Palabra de Dios caerá: Al borde del camino, es decir, se va a perder y no vamos a acoger lo que Dios quiere decirnos (indiferencia); en terreno pedregosos que se refiere a la inconstancia, propósitos que abandonamos ante la dificultad; o el tercero de los tres, entre zarzas que son incompatibles con el trigo (incoherencia), compaginamos la oración con una vida mundana que se “come” la verdad que empezaba a calar en nuestro corazón. Indiferencia, inconstancia e incoherencia son por tanto los tres terrenos que nos impiden la verdadera relación con Cristo.

La oración hace intervenir (CIC 2708) el pensamiento (la razón), la imaginación (composición de lugar), la emoción (unión de afectos) y el deseo. Son necesarias para movilizar el corazón. Debe ir hacia el conocimiento del amor de Jesús. El texto del catecismo hace referencia al rosario y a la lectio divina. Lo que hacemos cada día con el comentario del Evangelio para matrimonios. Tiene 5 partes: La lectura de la palabra (lectura pausada), la meditación (interiorizar, aplicarla a la propia vida), la oración (alabar al Señor, pedirle…), la contemplación (gozo de conocer la experiencia del amor de Dios, la serenidad del misterio de Cristo) y el compromiso (en qué nos pide el Señor un cambio en nuestra vida).

La meditación, consiste en pasar de la lectura literal a buscar el sabor y el gusto de las cosas divinas. Qué representa el Evangelio en mi vida, aplicarla a nuestra vida de esposos. A nuestra vocación conyugal, que es nuestro camino de santidad. Los padres de la Iglesia, comparan la meditación con un lagar donde se exprime la uva y saciar la sed, o con buscar una chispa que hace brotar el fuego del amor de Dios, o la imagen del yunque en el que el hierro se hace incandescente en la fragua del alma y el Espíritu Santo va labrando según nos quiera ir sugiriendo (Qué hermosa imagen de la meditación), o con un agua abundante que está en el fondo del pozo y a través del cubo de la meditación puede sacarse, o con un frasco de perfume que hay que romper para que salga su fragancia y la recibamos, o con la hormiga que va cogiendo todo el grano y lo va acumulando para cuando llegan las épocas de hambre, o con la abeja que elabora con el néctar la miel que alimenta. Otros lo comparan con animales rumiantes, que primero lo tragan todo, pero van sacando y lo van desmenuzando para poder hacerlo suyo.

Pero os podéis imaginar qué ocurre si los esposos, después de su meditación particular con el Señor, ponen en común todo ese néctar. Sumergidos en su intimidad, mayor que la de cualquier otro ser sobre la tierra, abren su alma para mostrarse las huellas que la Palabra ha dejado en ellas. ¿No estaremos haciendo de esta manera más que una sola alma?. ¿No podrán ayudarse a sacar más jugo de la oración en su vida? ¿No se verán sus emociones afectadas para no hacer más que un solo corazón? ¿No se podrán ayudar en un compromiso común haciéndose una sola carne?.

Bellísimo camino el de los esposos que oran juntos. Toda una tierra buena donde sembrar amor, donde sembrar una familia, donde sembrar la voluntad de Dios.

Oramos con el Salmo: Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias; porque libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída; para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida.

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