Ni con la punta de mis dedos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 42-46

EVANGELIO
¡Ay de vosotros, fariseos! ¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley!

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 42-46
En aquel tiempo, dijo el Señor:
-«¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios!
Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello.
¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas!
¡Ay de vosotros, que sois como tumbas no señaladas, que la gente pisa sin saberlo!».
Le replicó un maestro de la ley:
-«Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros».
Y él dijo:
-«¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos! ».

Palabra del Señor.

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Ni con la punta de mis dedos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Las leyes de Dios tienen un único objetivo: Amar más a Dios y a los demás. Sin este objetivo, la ley pierde todo su valor y su bondad. Ya lo decía también San Pablo muy gráficamente: Ya podría yo dejarme quemar vivo, si no tengo amor de nada sirve. Qué bueno sería que las leyes humanas se basaran en este mismo criterio ¿Verdad?.

Bien, pues esto tan sencillo, a lo mejor se me olvida constantemente. ¿Qué es lo mejor? ¿Lo que más me cuesta? ¡No! Lo mejor es aquello con lo que amo más. Así puedo yo estar sacrificándome por mi esposo en algo que él/ella no quiere o no es un bien para él/ella. Claramente estoy haciendo el tonto, o peor, a lo mejor lo hago en el fondo para glorificarme a mí mismo…

Por tanto, la primera cuestión en la que me corrige el Señor, es la de las leyes sin amor. La segunda es la de aplicar las leyes al otro. Ojo con esto porque a Cristo parece que no le gusta nada, nada en absoluto: -«¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos!». Y ¿Cuántas veces me dedico a cargar a mi esposo con exigencias que yo mismo no soy capaz de cumplir?. Sí, a lo mejor le estoy exigiendo una perfección en el amor que yo no toco ni con la punta de mis dedos.

Madre:
Cuánto aborrece el Señor que mire a mi esposo y le exija, cuando yo no soy nadie para hacerlo ni tampoco soy un ejemplo. Cuánto dolor y cuánta distancia causa esta actitud en el matrimonio. Con razón Cristo se pone tan serio con los que lo hacen: ¡Ay de vosotros…!. ¡Ay de mí…! Señor, ten misericordia de mí que soy un pecador.

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