De la cotidianidad a la inmortalidad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 17, 22-27

De la cotidianidad a la inmortalidad.

El Evangelio de hoy, trata dos temas muy diferentes. El anuncio de Jesús sobre su muerte y resurrección y el tema de los impuestos que habían acordado los judíos para el mantenimiento del templo y del servicio sacerdotal. Y ¿Qué relación encontramos entre el tema de los tributos y el de la muerte y resurrección de Jesús? Nos da para reflexionar: que los reyes del mundo no cobren tributo a sus hijos y sin embargo el Hijo pague el tributo por la salvación de todos. La lógica de Dios, siempre sorprendente frente a la lógica de los hombres.

Dejamos el tema ahí y nos unimos a la propuesta de reflexión de Evangeli.net, que resalta la confianza que tenía Jesús con los suyos. Resulta entrañable la conversación de Jesús con Pedro, preguntándole su parecer sobre la cuestión de los impuestos. También resulta entrañable la frase con que comienza el texto: “Yendo un día juntos por Galilea, les dijo Jesús…” Con qué naturalidad vivían los apóstoles su trato cotidiano con el Hijo de Dios: “Yendo un día juntos…” Qué hermoso… Y en esa confianza y cercanía, les abre su corazón para hablarles de los más íntimo: Su muerte y resurrección.

Es todo un misterio que Dios se hace hombre y participa de nuestra vida cotidiana. Parece un contrasentido que Dios eterno se encarne en un cuerpo frágil y caduco. Lo cierto es que nuestro cuerpo, ha sido creado para una doble función: Que se vaya deteriorando con nuestra entrega, y que a través de la entrega esponsal que lleva impresa, nos permita ir caminando hacia la inmortalidad. Por un lado el deterioro y por otro la inmortalidad.

Ponemos aquí un comentario del apartado “hijos para siempre” del libro Llamados al Amor: ¿Cómo hace posible Jesús la inmortalidad a través de su cuerpo de carne mortal?
“Cada paso de Jesús por el mundo, a medida que iba realizando lo que el Padre le pedía, era un avance hacia la vida eterna… El Hijo vivía en el cuerpo su obediencia y, de este modo, iba transformando su carne en inmortal… al vivir su suplicio como obediencia al Padre y como amor a los hombres, cada glope le acercaba más a la vida, pues hacía su vida más relacional, más abierta a Dios, más eterna… El cuerpo habla así dos lenguajes: El de la decadencia hacia la tumba y el de la ascensión hacia el Padre.”

Tremenda frase. Lo que hace a Cristo cada vez más inmortal es su obediencia al Padre. Lo que hace que nos acerquemos nosotros también cada vez más a la inmortalidad, es hacernos cada vez más hijos de Dios ¿Cómo? A través de la obediencia al Padre.

¿Hace falta preguntarnos cuál es la voluntad de Dios para los esposos? “Yo … te quiero a ti… como esposo/a y me entrego a ti …”

Alabamos a Dios con el Salmo: Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la tierra. Él acrece el vigor de su pueblo.

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