Comentario del Evangelio para Matrimonios Jn 6, 52-59

La Fuente:

“El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.”

Hay un manantial, una fuente de la que emana todo. Emana el Amor, origen y destino de todo. San Juan Pablo II, en sus poemas del Tríptico Romano, dice:

Si quieres encontrar la fuente/ tienes que ir arriba contra la corriente/ Empéñate, busca, no cedas./ Sabes que tiene que estar aquí/ ¿Dónde estás fuente? ¿Dónde estás fuente?

Así es, si queremos encontrar la fuente, tenemos que “ir arriba contra corriente”. Es verdad que es cansado. La mayoría de las veces, la corriente que quiere defender su “rumbo”, trata de arrastrarnos intentando cansarnos en esa subida: Nos ridiculizan, tratan de discriminarnos, dan falsos testimonios, vosotros que os creéis tan santitos o “iluminados”… y no os dejáis llevar por lo que todo el mundo opina… Señor, perdónales porque no saben lo que hacen.

La corriente desgasta. Ser fiel a nuestra promesa matrimonial y defender la verdad del matrimonio, desgasta. Ni las piedras se resisten a los efectos de la corriente.
La tentación es fuerte… aislarse del mundo. Pero no. El matrimonio tiene que estar abierto al mundo, expuesto a todas estas dificultades. La manera de conocernos no es encerrándonos para investigar nuestro interior, sino abriéndonos a los demás, teniendo experiencia de relación descubrimos nuestra dignidad, porque hemos sido creados para la comunión (aunque ésta parezca imposible), no para la soledad.

Pero nosotros, miramos a la fuente. Permanecemos en Él y Él permanecerá en nosotros. A nosotros nos has llamado a una vocación. Podemos responder como la Virgen María: ¿Cómo hacerlo? Convertirse en “imagen del Amor Trinitario” por Jesús. ¡Es una cosa tan grande, y nosotros somos tan pequeños! ¡Ser una sola carne, un solo corazón, una sola alma, siendo tan distintos! Podemos pensar que es imposible y dudar o como la Virgen, sólo preguntar ¿Y qué tengo que hacer?

Porque en realidad no es obra nuestra, es obra del Espíritu Santo, con nuestra colaboración para experimentar lo que dice san Pablo: ‘ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí’. Entonces el Espíritu Santo, el Hijo y el Padre habrán realizado su obra sobre nosotros: ser uno como ellos son uno. Ya no será el pensamiento, ni el acto de mi cónyuge, ni el mío, sino el de Cristo.

Tenemos hambre de Ti Señor, devoraríamos cada acto en Tu presencia, para impregnar nuestros hogares de Tu Perfume. Cada despertar, el desayuno, asearte para dar gloria a Dios, ordenar tu habitación, la alegría de un día por delante para salvar, sanar… Bendito lunes o bendito viernes. Todos los días son para amar, se han hecho para que el hombre vaya a Ti, mi Dios, amando.

El matrimonio es comer Tu Carne y beber Tu Sangre, para hacernos Eucaristía contigo en la entrega mutua hasta el extremo y la entrega al mundo como miembros de la Iglesia.

Oramos con el salmo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio, Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos.

San Juan Pablo II, intercede por nosotros.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *