Aunque no llegue a ver su conversión. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 6, 53-56

EVANGELIO

Los que lo tocaban se curaban
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56

En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron.
Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas.
En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban.

Palabra del Señor.

Aunque no llegue a ver su conversión.

Si tu esposo o tu esposa no se convierte, llévalo/a a Jesús en camilla. Si él/ella no se mueve, llévalo/a tú. ¿Cómo, a la fuerza? ¡No! Hay que respetar su libertad. El amor exige libertad y la relación con el Señor es una relación de amor.

Lo que más toca el corazón de Dios es nuestra perseverancia, porque es la prueba de fe verdadera que nunca desfallece; por eso Jesús dijo: “Pero el que se mantenga firme hasta el fin se salvará” (Mt 24,13). Observa que Jesús dice “hasta el fin”, la perseverancia es para siempre. Para Dios, luchar es más importante que vencer. Si tu esposo no va a Jesús, demuéstrale que Dios te hace más santo. Ámale cada día más.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Puede que no sea un consuelo, porque a nosotros siempre nos gusta tener las cosas «ya», pero las prisas no son de Dios. Esta es la historia de la gran cristiana Elizabeth Leseur que vivió en los 1900. Era una francesa culta y fervorosa, casada con un hombre ateo: Sr. Marie–Albert Leseur.
Elizabeth rezó y se inmoló toda su vida por la conversión de su esposo, lo acompañaba a los más altos eventos sociales donde Dios estaba ausente, y su alma lloraba en silencio y oblación a Dios; hasta que un día ella falleció sin ver la conversión de su marido.
Pero Elizabeth había escrito un diario espiritual, y un bello día su esposo lo encontró tras su muerte, y lo leyó con interés. Fue suficiente para que se convirtiera profundamente.
Al leer aquella páginas llenas de fe y de sufrimiento ofrecido a Dios diariamente, aquel hombre fue tocado profundamente y entendió que había vivido al lado de un ángel sin notar nunca su presencia. Ahora derramaba lágrimas de tristeza por no haber vivido aquella fe maravillosa al lado de su esposa fallecida.
Su conversión fue tan profunda que dejó el mundo, abandonó las esferas sociales donde era exaltado y se hizo dominico; fray Marie-Albert Leseur.
Desde el cielo Elizabeth convirtió a su Albert. Después él publicó: «La Vida de Elizabeth Leseur”.

Madre,

Puede que algunos esposos no vean a su esposo convertirse, pero ¿Es esto lo que importa? O en el fondo puede ser un amor que busca ser complacido.
Llevar a nuestro esposo a Dios, es la mayor obra que podemos hacer en este mundo. Gracias por esta oportunidad, Madre.

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