Archivo por meses: junio 2017

La lepra de hoy. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 8, 1-4

EVANGELIO
Si quieres, puedes limpiarme
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 8, 1-4

Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme».
Extendió la mano y lo tocó, diciendo:
«Quiero, queda limpio».
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo:
«No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Palabra del Señor.

La lepra de hoy.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La lepra era una enfermedad corrosiva, que se creía que procedía del pecado y que incapacitaba al “impuro” a participar de la asamblea de los que se habían purificado para acercarse a Dios. La lepra de hoy no es del cuerpo, sino del alma, y se llama orgullo. El orgullo corroe el corazón, lo hace pedazos, es el pecado mismo que corroe y me impide acercarme a Dios, que es misericordioso. La lepra del orgullo me impide acercarme al amor de comunión con mi esposo y por tanto, al amor de Dios.

La lepra del orgullo le va arrancando trozos a mi corazón. Trozos de paciencia, de bondad, de ternura, de misericordia, de paz, de humildad…

El antídoto queda claro en el Evangelio: Acercarse a Jesús con un corazón contrito y humillado. Acercarse también al esposo con un corazón contrito y humillado. Si quieres, puedes limpiarme, Señor. Él me limpiará y reconstruirá nuestra relación de comunión conyugal, pero después, tengo que dar testimonio.

Aterrizado al matrimonio:
Ella se arrodilló ante el Señor. Llevaba años viendo a su marido como el malo de la película. Tenía razones contundentes. Pero ¿Por qué era posible la relación de Dios con él y no la suya? Era su orgullo, que le nacía de dentro y le impedía ver que ella era tan culpable como él, y que le miraba con mirada pecadora y destructiva.
Él se arrodilló al lado de su esposa, ante el Señor. También llevaba años recibiendo con una enorme soberbia las correcciones de su esposa. Estaba harto de ella. Y ¿Por qué Dios no se hartaba de ella sino que la amaba infinitamente? Y descubrió su soberbia y su orgullo que le impedían ver que él era también causante de que la unión entre ellos no se fuese purificando, ordenando, construyendo, como era su misión. Tenía una mirada sucia hacia ella que no era capaz de considerarla como un don.
Ambos, con el corazón roto en pedazos, se abrazan llorando, suplicando al Señor que les cambie el corazón de piedra por un corazón de carne.
Y Dios se apiadó de ellos, y los perdonó, y les puso por el camino muchos medios de purificación. Diferencias de criterio entre ellos, juicios injustos el uno al otro, ofensas… pero esta vez, no las vivieron como si el otro fuese un apestado, sino que las recibieron como un camino que Dios les ponía para salir de sí y doblegar su orgullo. Esta vez, sí. Se pedían perdón constantemente y recibían las humillaciones mutuas como un regalo.
Aquel matrimonio se fue construyendo, sanando, y hoy, gracias a Dios, son uno. Son un corazón tierno, agradable a Dios.

Madre,
Alabado sea el Señor por los milagros que está haciendo en tantos matrimonios a nuestro alrededor. Es una maravilla contemplar cómo purifica los corazones, transforma vidas y llena de alegría los hogares. En la medida en que nos acercamos a Él y perseveramos con ese “si quieres puedes limpiarme” Él reconstruye, sana, une… Gloria a Dios.

La intimidad de Dios. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 16, 13-19

EVANGELIO
Tú eres Pedro, y te daré las llaves de] reino de los cielos
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
-«Unos que Juan Bautista, otros que Ellas, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

Palabra del Señor.

La intimidad con Dios.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy celebramos San Pedro y San Pablo. Se puede afirmar que, gracias a su santidad, se extendió el cristianismo por el mundo.
En el Evangelio, Pedro entra en la intimidad de Dios, que se revela a él a través del Espíritu Santo, y le muestra quién es Jesús. Dios le entrega Su intimidad a Pedro, y él, en representación de la “Iglesia Esposa”, la acoge. Después Dios le entrega las llaves de Su Casa.

¿En qué consiste mi misión de esposo? En construir una intimidad común con mi cónyuge a imagen de la de Dios mismo. Cuando esté en mi esposo y mi esposo en mí, entonces tendré las llaves de su corazón, y podré construir en él/ella. Esta es mi misión. Si no la llevo a cabo, habré perdido mi identidad, pues como Jesús, lo que me identifica es mi procedencia (hijo de Dios) y mi misión (esposo).
El Señor nos revela su intimidad en la santidad de ser esposos. Viviendo nuestra comunión, nos acercamos a vivir la Suya y Él nos muestra grandes tesoros.

A través de la santidad (los que llegan a la unión íntima con Dios), Él entrega los tesoros del cielo, no hay más que ver los legados de los santos: Los ejercicios de San Ignacio, Camino de perfección de Santa Teresa, La infancia espiritual de Santa Teresita o la Verdad del Amor Humano de San Juan Pablo II.

Aterrizado a la vida matrimonial.
Andrés: He mejorado mucho con mi esposa. Ahora colaboro mucho más en casa y ya no me quejo por el tema del dinero. En cambio ella, no para de quejarse de mí, y a veces hasta me falta al respeto. Me echa en cara mis errores del pasado, cosas que ocurrieron hace años. Y me desprecia.
Juan: Ya Andrés. Está muy bien que hayas mejorado en algunas cosas, pero ¿Has conseguido llegar al corazón de tu esposa? ¿Has entrado en su intimidad y te has empapado de ella? Tu esposa te necesita mucho, necesita que tú seas su confidente, su amigo, su apoyo en los momentos difíciles. Necesita que seáis un solo corazón, y mientras tú no satisfagas esa necesidad de unión íntima con ella, estará nerviosa, triste, irascible… Te necesita, Andrés. Más de lo que te crees. Hasta que no entres en su intimidad, en su mundo, ella no te dará las llaves de su corazón. Ese día, podrás ayudarle en su camino de santidad.
Andrés: Perdona, Juan. Nadie me había hablado así del matrimonio. Te lo agradezco mucho, porque ahora descubro que no estoy siendo un buen esposo.
Juan: San Juan Pablo II dice que al hombre se le ha dado desde el principio el encargo de ser custodio del amor verdadero. Esa es la hermosa misión que tienes. Si la cumples, Dios te mostrará grandes tesoros para ti y a través de ti, al mundo.

Madre,
Que centremos nuestra vida en el camino de santidad que nos tiene preparado, para que lleguemos a la belleza y la plenitud que nos quiere mostrar. Alabado sea Dios, por crear algo tan hermoso como es el matrimonio. Que aprendamos a acogerlo como el don precioso que es.

Sanar las raíces. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 7, 15-20

EVANGELIO
Por sus frutos los conoceréis
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis».

Palabra del Señor.

Sanar las raíces.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“El árbol sano no puede dar frutos malos”. El árbol hace referencia al madero de la Cruz, y tenemos que estar conectados a la Cruz del Señor, para dar frutos buenos, así daremos vida. Estamos llamados a dar vida allí donde no la hay: “Henchid la tierra”. Tenemos que poner amor donde no lo hay, alegría donde hay tristeza, paz donde hay peleas, paciencia donde hay impaciencia, bondad donde hay maldad, generosidad, fidelidad, gentileza y auto control, donde no los hay. ¿No es esa la manera de construir e infundir vida donde hay muerte?

San Irineo dice: “La gloria de Dios es la vida humana en plenitud”. Creámonos Su proyecto para nosotros, Él lo ha creado ¿No lo va a ser posible? ¡Sí! Si somos dóciles.

Aterrizado a la vida matrimonial:
Ella está muy dolida con él, por su distancia, por su mal carácter y falta de comprensión. Él ya no soporta más las quejas de ella y las críticas hacia él, que va sembrando a todo su alrededor. Y la familia, muy sensibilizados con el sufrimiento que ven en sus respectivos ¿Qué les aconsejan? Adivinadlo…: Que se separen. No tienes por qué aguantarle, te está haciendo la vida imposible, te está haciendo un(a) desgraciado/a.
Es decir, son falsos profetas que movidos por un “buenismo destructivo” (como dice el Papa) y por la animadversión al sufrimiento, animan a tirar la cruz, esa que si la abrazo dará vida y vida abundante. Ningún esposo podrá dar frutos buenos si no está unido a su esposa y viceversa. Con él/ella tendría la oportunidad de dominarse, de crecer en virtudes, de salir de sí, de donarse, de dar vida a su alrededor. El grano de trigo que cae en tierra y muere, ese da fruto.
Pero ella, que rezaba mucho dejando a su marido apartado de su vida, decidió permanecer a su lado y perseverar. Se unía a él renunciando incluso a alguno de sus ratos de oración en los que se refugiaba, hasta que él tomó conciencia de lo que ella le estaba amando. Y entonces, él comenzó a reaccionar y a corresponderle. Ahora tienen sus ratos juntos, rezan juntos un poco y van avanzando en la construcción de una intimidad común. ¡Gloria a Dios!

Madre,
Tenemos que sanar las raíces de nuestro matrimonio, para poder dar fruto. Si no purificamos nuestro corazón, nuestro orgullo, si no estamos dispuestos a entregarnos en los momentos duros, nuestro árbol no se sanará jamás, y no daremos fruto. Nuestros hijos necesitan nuestros frutos para alimentarse. Vamos a entregarnos, Madre. Sí, nos comprometemos a hacerlo. Alabado sea nuestro Señor que nos mostró el camino de la salvación. Amén.

La plenitud de la puerta estrecha. Comentario del evangelio para Matrimonios: Mateo 7, 6. 12-14

EVANGELIO
Lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo con ellos
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 6. 12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros.
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas.
Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos.
¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos».

Palabra del Señor.

Nota: El 19 de julio a las 20:30, primer encuentro de Proyecto Amor Conyugal en Barcelona. Seguiremos informando. (Pásalo)

La plenitud de la puerta estrecha.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Con eso de “No deis lo santo a los perros, ni les echéis perlas a los cerdos”, Jesús nos quiere decir que hay personas que no están abiertas a escudriñar y saborear la verdad. Ante el Evangelio se comportarían como un cerdo ante unas perlas. Las despreciaría, porque no es capaz de descubrir su valor. Sólo le interesa algo que se pueda comer.

En una sociedad edonista como la nuestra, en la que el placer es el bien supremo y el dolor es el mal por antonomasia, lo de la puerta estrecha probablemente no se sepa apreciar. Lo de la cruz, está mal visto. Y sin embargo, “no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. La consecuencia es que sólo el camino estrecho te lleva al amor verdadero.

Aterrizado a la vida matrimonial:
Marta: Pepe, vente a rezar conmigo.
Pepe: María, estoy muy cansado, reza tú por los dos.
Marta: (Al día siguiente) Pepe, ¿Por qué no te vienes a la Eucaristía conmigo antes de ir al trabajo?
Pepe: María, ya voy los domingos ¿Es que no es suficiente? Tú te estás obsesionando un poco, me parece a mí.
Marta: (Esa misma noche) Pepe, te veo muy agobiado, como nervioso, irascible.
Pepe: Tengo muchas responsabilidades encima. Ahora hay un cliente que no paga… y no voy a llegar a los objetivos…
Marta: Pepe, si rezaras, todas estas cosas no te influirían tanto, te ocuparías, pero no te preocuparías tanto.
Pepe: Tonterías… no tengo tiempo para eso. Duérmete que yo necesito relajarme un rato más viendo la tele.
(Dos meses más tarde, acuden a un retiro de Proyecto Amor Conyugal y…)
Pepe: Perdóname, Marta. Siempre has estado detrás de mí para que le diese valor a lo verdaderamente importante y no te he hecho caso.
Marta: No te preocupes, Pepe, lo entiendo. Estabas cerrado a entender, pero Dios busca sus momentos para volver a llamarte.
Pepe: Desde que rezamos juntos, te veo más hermosa, experimento que nuestra unión es mucho más importante que todo lo demás. Quiero luchar por nuestro matrimonio, quiero esforzarme más para llegar contigo a la plenitud. Por favor, sigue acercándome a Dios aunque yo me resista.
Marta: ¡Hecho! ¿Un rosario?
Pepe: Uf… Vaaleee…

Madre,
Una vez que saboreamos el amor de Dios, ya no queremos otra cosa, todo lo estimamos basura, como decía San Pablo. Es tan grande, tan hermoso, tan firme… Alabado sea nuestro Señor, que nos amó hasta el extremo. A Él consagramos nuestra unión de esposos. Gloria a Dios.

Peligro: Frágil. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 7, 1-5

EVANGELIO
Sácate primero la viga del ojo
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 1-5

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?
¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Déjame que te saque la mota del ojo», teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano».

Palabra del Señor.

Peligro: Frágil.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Está claro que nos encontramos ante uno de los grandes caballos de batalla que afectan gravemente a las relaciones humanas, en especial al matrimonio: “No juzguéis”. Si tan solo fuésemos capaces de evitar esto de juzgarnos el uno al otro… cuánto mejoraría nuestra relación, ¿Verdad?. El Señor es especialmente duro frente a este problema, y nos dice que como juzguemos seremos juzgados. Si lo pensamos bien, da escalofríos. ¿Qué pasaría si el Señor me juzgase como yo juzgo a mi esposo? Paro un momento y tomo conciencia de ello. Cuántas veces le he juzgado por no tener mis capacidades, o por algo puntual sin tener en cuenta su actitud durante el resto de su vida, o sin saber todos los condicionantes, o con mi mirada oscurecida por mi pecado… Dios mío ¿Qué he hecho?.

Aterrizado al matrimonio:
Mercedes: Manolo, nunca estás cuando te necesito. Siempre huyes.
Manolo: ¿Qué he hecho ahora, Mercedes?
Mercedes: Desde que éramos novios y tenía los problemas con tus hermanas, nunca has salido en mi defensa. Eres un egoísta y sólo te importas tú. En mí ni te fijas.
Manolo: Perdona, es que tú eres una exagerada. Todo te molesta, todo es una ofensa hacia ti. Eres una vanidosa egocéntrica.

Mercedes: Manolo, estaba oyendo esta conversación que teníamos grabada de hace dos años, antes de nuestra conversión conyugal. La verdad es que es lamentable, cómo nos mirábamos de mal el uno al otro.
Manolo: Sí, Mercedes. Produce dolor y tristeza que nos juzgáramos así mutuamente. Ahora sabemos cuánto nos necesitamos el uno al otro, que somos muy frágiles, rodeados de tentaciones, y tenemos que unir nuestras fuerzas y luchar juntos contra el mundo.
Mercedes: Ahora sí que te siento a mi lado, Manolo. Te siento parte de mí. Sé que me amas a pesar de mis bajones emocionales.
Manolo: Sí, ahora trato de comprenderte tal como eres, y cuando hay cualquier problema entre nosotros, lo primero que hago es sospechar de mi mirada. Es muy probable que te esté mirando desde mi pecado, y eso no lo puedo proyectar sobre ti.
Mercedes: Gracias Dios mío por ayudarme a reconocer a mi esposo como un don. Manolo, esta conversación antigua tan desagradable, queda borrada para siempre (Pulsa: Eliminar Sí).

Madre,
Somos tan débiles, tan frágiles, y ponéis en nuestras manos un proyecto de amor tan grande… Sabes Madre que necesitamos mucha ayuda. Somos como dos niños manipulando la vajilla buena. El Señor no nos ha dado potestad para juzgar, sólo para pedir perdón y perdonar. Alabado sea el Señor, que no deja en nuestras manos una responsabilidad tan enorme como la del juicio, y que nos da las armas para sanar nuestros errores. Gloria a Dios por siempre. Amén.