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La verdad no es de los más listos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 25-30

EVANGELIO
Has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a los pequeños
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

La verdad no es de los más listos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hablaba ayer Mons. Munilla, en Radio María sobre un teólogo que discutía en un medio de comunicación escrita, la redención de Cristo en cuerpo y alma. ¿Cómo habrá leído este señor el Evangelio para llegar a la conclusión de que el cuerpo de Cristo se descompuso?. No queremos ser malos, pero lo que no se le olvidó al susodicho teólogo fue citar en el artículo el nombre de su polémico libro.

Decía San Juan Pablo II que la verdad se ve afectada por las tendencias, modas y debilidades de la sociedad del momento. Esto llevó al pueblo Judío a considerar que la poligamia no iba en contra de la ley de Dios, ya que en aquel momento la mayor bendición era tener muchos hijos, por tanto, a más mujeres, más hijos ¿Cómo es posible que cayeran en tal error?. En nuestra sociedad, es el relativismo la ideología que se lleva la palma en esto de desviarnos de la verdad. Algún día nos preguntaremos ¿Cómo fue posible que la sociedad cayese en tales errores? Parece que la verdad está oculta a los ojos de los sabios y entendidos de todos los tiempos, y sólo la vemos los pequeños, los que no somos nadie, sino simples siervos inútiles, de Jesús y de María.

Una historia: Él creía en algo. Leía bastante sobre autores relacionados con la Cienciología. Cada uno exponía su visión de la trascendencia: Una energía que flota en el universo, o una especie de dios etéreo que es la suma del bien de todos los hombres y a medida que se va haciendo más el bien, aquel dios crece. Otros que hablaban de hombres incompletos que tienen que reencarnarse en diferentes vidas para complementar sus carencias hasta llegar a su construcción plena. Muchos pensadores que diseñan alternativas al verdadero Dios aprovechándose de la necesidad de Él que tenemos inscrita en nuestra alma.

Aquel hombre seguía buscando, devorándose aquellos libros y pagando entradas para escuchar aquellas charlas. Unos y otros le iban convenciendo. Pero en su vida no cambiaba nada, porque buscaba una especie de autocomplacencia, mientras que su amor hacia su esposa no crecía, seguía siendo él el centro de su vida, y claro, no encontraba la respuesta esperada.

Y fue precisamente este Evangelio, el que le cambió el rumbo: No son los listos los que me van a llevar a la verdad por ser más listos que los demás -se dijo-, sino los que sabiéndose pobres y necesitados, acogen a Dios que viene especialmente en su ayuda. Buscaré la verdad en sus vidas. La segunda idea de este Evangelio que le cambió el corazón era: La verdad de Dios me la tiene que revelar Él, porque el hombre por sí mismo no tiene capacidad para alcanzar Su sabiduría, obviamente. Y la tercera: Que siguiendo a Cristo, poniendo el Evangelio en práctica con su esposa, se le pasarían todos los agobios. Y ¿Sabéis qué?: Adiós a la Cienciología.

Aprendió que, sólo siendo humilde de corazón, encontraba su descanso, y su esposa, también.

Madre,
En Dios vivimos, nos movemos y existimos. Él nos sostiene, Él se revela a nosotros y Él se entrega a nosotros. Aparta este orgullo y esta dureza de corazón que no nos permite escucharle y acogerle plenamente. Es tan grande y nosotros tan pequeños. Resulta ridículo que queramos ponernos a Su altura. Hoy te pedimos por todos los que no le quieren conocer, porque estarán agobiados y cansados de luchar solos en la vida sin resultados. Y te pedimos también por sus esposos y esposas, que lo estarán sufriendo. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.