Archivo por meses: diciembre 2016

El “alma” del autor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 1, 1-18

EVANGELIO
El Verbo hizo carne
Comienzo del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor.

El “alma” del autor.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cuando queremos conocer algo a fondo, investigamos sobre su origen. Si se trata de un vino, lo primero es conocer su denominación de origen, y a partir de ahí, la uva, el tiempo en barrica… Si se trata de una palabra, buscamos si procede del latín o del griego, su etimología, que explica su significado y su forma. Si se trata de un cuadro, y conocemos el autor, encontraremos explicación sobre su estilo, la época en que fue pintado, las costumbres, el estado de ánimo del pintor cuando lo creó… digamos que descubrimos un poco del “alma” del pintor mirando su obra.

Qué importante es conocer nuestro origen, para conocernos a nosotros mismos. Al principio, sólo estaba el Verbo y el Verbo era Dios y estaba junto a Dios. Del Creador procedemos y fuimos creados por razón de Su Hijo, y eso explica muchas cosas, eso nos define, nos condiciona en todo. Y hay mucho de Dios en mí, porque Él me hizo. Y hay mucho de Dios en mi esposo, porque también le hizo a él/ella. Y hay mucho de Dios en nuestro matrimonio, porque también Él lo ideó, y cuando nos creó, pensó en el uno para el otro. Sí, nuestro cuadro tiene un pintor, y en él expresó quién es Él, cuáles son Sus motivaciones, su manera de vivir, su Espíritu.

Y todo eso está inscrito en nosotros, tal como fuimos creados, hombre y mujer, familia, relacionales en ese dar y recibir, dependientes de Él necesariamente por nuestra limitación, diferentes por nuestra sexualidad y nuestros dones. ¿Qué querrá Dios de todo esto? Si fuésemos capaces de apartar el pecado de nuestro corazón, veríamos a Dios en todo y en todos. Esto es lo que trata de hacer San Juan Pablo II en su Teología del Cuerpo. Observa al hombre, desde ahí, descubre más sobre su Creador y conociendo más al Creador, llega a un conocimiento más profundo del hombre, de quién soy, de mi vocación. Es como un círculo de conocimiento que se realimenta y profundiza más y más. Es nuestro itinerario de Amor Conyugal.

Si no hacemos esto, estamos perdidos, desorientados. Necesitamos encontrar la Verdad, nuestra verdad, para encontrar el sentido de mi vida. Necesitamos volver al principio de nuestra creación para descubrir lo que Dios puso en nosotros y para qué lo puso. Puede que mi “cuadro” ya no refleje mucho el “alma” del Autor, pero puedo restaurarlo poco a poco, con paciencia, con esfuerzo y con ayuda. Alabado sea el Señor.

Madre:
Te pido que me ayudes a centrar mi mirada en lo que Dios ha puesto en mi esposo. Es verdad que tiene mucho de Dios, puesto que es obra Suya. Normalmente tiendo a mirarle con unos ojos muy humanos, con prejuicios o juicios. En este año que empieza, te pido que cambies mi manera de mirarle para ver a Dios en él/ella. Por Jesucristo nuestro Señor. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Amén.

Todo (no) queda en familia. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 2, 13-15. 19-23

EVANGELIO
Toma al niño y a su madre y huye a Egipto
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 2, 13-15. 19-23

Cuando se retiraron los magos, el ángel del señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta:
«De Egipto llamé a mi hijo».
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
«Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atacaban contra la vida del niño».
Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel.
Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.

Palabra del Señor.

Todo (no) queda en familia.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy, en este ambiente navideño, celebramos el día de la Sagrada Familia. Qué mejor momento.
Una familia. Eso a lo que todos estamos acostumbrados en la cotidianidad de nuestras vidas, de nuestros orígenes. Pero es uno de los dones más hermosos que Dios nos ha entregado. Tan importante es para el desarrollo personal y espiritual de la persona, que le asignó Dios una a su Hijo para que se construyera como hombre.

(Ideas sacadas de Miguel Flamarique Valerdi).
Un padre, una madre, un hijo… Una autoridad que libera, una obediencia que realiza, una igualdad de distintos, una comunión, el amor como ceñidor de la unidad consumada, y la Paz de Cristo actuando… Un entorno de fidelidad, de obediencia, de amor por la vida, de castidad, de entrega generosa, de acogida incondicional… Un entorno de fe, de confianza.

En ella se aprende a ser padre como el Padre, sin exasperar a los hijos. No un autoritarismo paralizante que anula, sino el del Padre que enseña con el ejemplo y el servicio; No un afecto posesivo y enfermizo sino el de una Madre que está siempre cerca, siempre pendiente, que intercede y derrama su gracia. Tampoco hijos que crecen sin tener claros los límites, sin acoger el amor de sus padres. Crecer sin autoridad o sin amor es tan malo como para el creyente crecer sin Ley o sin Misericordia.

Dios se revela en la familia. Su relación se revela en la familia. Pero “todo (no) queda en familia”. La familia no puede encerrarse en sí misma, no es un absoluto. Hemos nacido para Él. En la familia nos educamos, aprendemos a amar, recibimos la fe, crecemos… para luego entregarnos a Dios. La familia no es un fin, es un medio para llegar a Dios y llevar a otros a Dios.

Madre,
El Señor te lo enseñó cuando, perdido y hallado en el Templo, os dijo que debía ocuparse de las cosas de su Padre. Dejó clara la escala de prioridades. Que reciba la familia como un don de Dios, apreciando su valor en su justa medida, pero sin apegarme a ella. Tengo que salir afuera, entregar gratis lo que he recibido gratis, llevar a otros el amor de Dios. Gracias Señor por el don de la familia, por su riqueza, por su fecundidad… Amén.

Espada de doble filo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 2, 22-35

EVANGELIO
Luz para alumbrar a las naciones
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-35

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos “han visto a tu Salvador”, a quien has presentado ante todos los pueblos: “luz para alumbrar a las naciones” y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción – y a ti misma una espada te traspasará el alma – para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».

Palabra del Señor.

El harakiri conyugal.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Muchos relacionan lo que Simeón profetizó aquel día a nuestra Madre “Una espada te traspasará el alma”, con el momento de la crucifixión. Sin embargo, algunos amplían el significado del símbolo de la “espada” al Evangelio en sí mismo. De hecho, tanto en el AT como en el NT, se hace referencia al Evangelio como una espada de doble filo. Una espada que penetra en lo más profundo de nosotros separando el gozo y el dolor. Así fue la vida de la Santísima Virgen. Experimentando momentos de mucho gozo y otros de un dolor tan desgarrador como presenciar la crucifixión de Cristo.

Aquel Niño iba a ser signo de contradicción. Para los que no le aceptan es causa de tropiezo, se revelan y caen. Los que lo acogen son levantados, liberados, divinizados. Sin duda el Evangelio es como una espada que atraviesa el alma. ¿Lo siento así?: Dichosos los que lloran y los perseguidos, amad a vuestros enemigos, el que quiera salvar su vida la perderá, los últimos serán los primeros, servir y no ser servido… El Evangelio se clava en nuestra carne mundana y la hace sangrar.

El Evangelio del sacramento del Matrimonio, también es como una espada de doble filo que se clava en el alma del esposo. Por un lado está impregnada de amor, y por el otro, de dolor. Y… o me la clavo entera o no penetra en lo más profundo de mí. Esto suena a harakiri conyugal, pero, lejos de ser un suicidio, saca a la luz la Vida que está en nosotros. Aplicar el Evangelio a mi relación matrimonial, duele, y sin embargo, es una experiencia de un gozo y de una plenitud maravillosa, capaz de poner “de manifiesto los pensamientos de muchos corazones”. Si clavamos la espada del Evangelio en nuestra una sola alma de esposos, descubriremos los “pensamientos” del corazón de mi esposo y los míos propios, porque el Evangelio «revela-escudriña los pensamientos del corazón». ¿Quién no quiere estar presente en los pensamientos del corazón de su esposo? ¿Quién no quiere escudriñar los pensamientos de su propio corazón?.

Como le gustaba repetir a San Juan Pablo II, la frase aquella del concilio: Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre.

Madre,
Ahí estás Tú, que no necesitabas purificación alguna, cumpliendo la ley de Moisés. Contemplo Tu apuesta decidida por cumplir la ley de Dios, por ser fiel a Dios, aunque no comprendieses muchas cosas. Ni siquiera te limitabas a hacerlas y ya está, sino que las guardabas meditándolas en Tu Corazón, intentando llegar al espíritu de la ley. Quiero yo también que esa espada de la Palabra me atraviese el alma. Quiero llegar hasta el final en mi misión conyugal, hasta lo profundo del amor y de la verdad. Y mientras, como Simeón, aguardo el consuelo de la promesa del encuentro con el Señor, para poder descansar en paz.

Siento pero no consiento. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 2, 13-18

EVANGELIO
Herodes mandó matar a todos los niños en Belén
Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 13-18

Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»
José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta.
«Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto»
Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos.
Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías:
Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven»

Palabra del Señor.

Siento pero no consiento.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hasta qué punto, la belleza del plan de Dios se ve deformada por el pecado, que algunos se pueden sentir amenazados y desde luego, actúan en contra de Su plan. Herodes se siente amenazado y responde con odio, de manera desproporcionada, cometiendo un infanticidio de proporciones descomunales.

Cristo vive los tres mayores sufrimientos, los que producen mayores heridas: La infidelidad de Judas, la negación de Pedro y el abandono de casi todos. Infidelidad, negación y abandono. Pero al contrario de Herodes, que para defender su reino mata a muchos inocentes, Jesús, para defender Su reino, muere por los agresores. Es el sentimiento de odio frente al de misericordia. El odio mata inocentes y la misericordia muere por los culpables. La sangre del Inocente nos redime.

Llevando esto a mi matrimonio: Puedo sentir un mal dentro de mí, pero no consentir. Hablemos por ejemplo, del sentimiento de aversión. Puedo sentir aversión hacia mi esposo en un momento dado, porque ha hecho o me ha dicho algo que me hace daño (por infidelidad a su entrega a mí, por ir en contra de mí o por hacerme de menos). Si me dejo llevar por ese sentimiento inicial de aversión, me puede llevar a otro peor que es el rencor, y de ese a otro peor que es el odio. En consecuencia, puedo sentir aversión, pero no puedo consentirla. De lo contrario, avanzaré en la escalada del mal que lleva a responder con odio.

Tengo que aprender a separar la acción, de la persona. Disculparle porque no sabe lo que hace: “Pobre, viene nervioso del trabajo y está diciendo cosas que me hieren sin ser consciente de lo que hace”. Esta actitud de “no consentir”, es la que me lleva de un sentimiento negativo a uno positivo, como es la misericordia o la compasión. De la cólera de Herodes por verse burlado y la posterior matanza, al “Padre perdónales porque no saben lo que hacen” de Cristo.

Es una batalla que se gana en el corazón. Esposos ¡A luchar!

Madre,
No puedo dejar de pedirte hoy por esos santos inocentes que son abortados por miles, porque no somos capaces de transmitir la belleza del plan de Dios en la relación hombre-mujer. La consecuencia es, que un vientre diseñado para generar vida de manera milagrosa, se convierte en la cámara de la muerte. Es espeluznante, Madre. Pero yo me tengo que sentir responsable y anunciar la belleza del amor humano entre un hombre y una mujer, porque ellos, los que abortan, no saben lo que hacen. Ayúdame Madre. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Veré y creeré. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 20, 2-8

EVANGELIO
El otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 2-8

El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Palabra del Señor.

Veré y creeré.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy la liturgia celebra el día de San Juan, apóstol y evangelista. El texto del Evangelio resulta bastante sugerente.
Juan y Pedro corren hacia el Santo Sepulcro. Pero aunque Juan corre más y llega antes que Pedro, no entra. Espera a Pedro y le deja entrar primero. San León Magno compara la actitud de Juan con la del discípulo que se sabe amado, el discípulo pasional. Una actitud más profética, más intuitiva, que se adelanta a descubrir la revelación de Dios. Pedro en cambio, adopta una posición más acorde con su ministerio, lleva un paso más firme, que ratifica y da consistencia a la visión. A uno le deja es Señor a cargo de la Iglesia y al otro, a cargo de su Madre.

Dos actitudes de dos creyentes. Una más pasional, la otra más firme y equilibrada. Estas dos son actitudes que solemos encontrar en los matrimonios. Normalmente es la esposa la que tiene esa fe intuitiva, ese modo de vivir la fe más pasional, más típica del discípulo enamorado. En cambio el esposo (varón), suele vivir una fe más racional, no se deja llevar fácilmente por la intuición, sino que le gusta corroborar sus creencias, cerciorarse bien de la veracidad de las intuiciones antes de dar un paso.

Ambos tienen una labor importante en la fe de la iglesia. El Espíritu se sirve muchas veces de los carismas más pasionales para sacar a la luz nuevos matices de la revelación y por otro lado, se sirve también de esa otra manera de vivir la fe desde el magisterio de la Iglesia, desde la convicción profunda y sincera. Es por ello que los esposos solemos complementarnos. Pero qué importante el detalle de Juan, que esperó a que llegara Pedro antes de entrar, ver y creer. Qué importante que aquel de los dos esposos que llega antes, espere al que solo da un paso cuando está convencido de que es el adecuado. Muchas veces los esposos (varones) tardan más en creer, pero cuando creen, dan un paso firme que no tiene marcha atrás y son perseverantes en su decisión. Qué importante que nos dejemos influir el uno al otro, siempre y cuando haya verdadera voluntad de búsqueda, obviamente.

Qué bien hace Dios las cosas, que también en nuestro camino espiritual nos hace complementarios. Que no caigamos en la tentación de caminar cada uno por su lado a nuestro ritmo, sino que nos esperemos el uno al otro y aportemos cada uno lo que el otro necesita para avanzar juntos pero con paso firme, hacia Dios, en nuestro camino de santidad.

Madre,
Dios es el Creador. Él lo hizo todo bueno, muy bueno, y Él nos hizo hombre y mujer para que fuésemos una ayuda adecuada el uno para el otro. Él es más Sabio. No nos toca discutir sus decisiones, sino descubrir la bondad que hay en ellas. Nada que se salga de como Él nos creó, puede ser bueno. Y aunque algo no entienda, confío plenamente en Él. Él es el Maestro alfarero. Contemplo cómo hemos sido creados para seguir las leyes que ha establecido en nosotros. Seguro que ante estos signos, una mujer más pasional y un hombre más cerebral, veré y creeré. Alabado sea el Creador. Amén.