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El mayor milagro. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 10, 13-16

EVANGELIO
Quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús:
-« ¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza.
Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno.
Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado».

Palabra del Señor.

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El mayor milagro.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Señor nos alerta. Él se entregó mucho a las tres ciudades de Galilea, donde más centró sus esfuerzos de evangelización. Y no se convirtieron. Es muy fuerte que el Señor te mire y te diga “Bajarás al infierno”. Terrible sentencia sin remedio. El miedo no convierte, convierte el amor con el que el Señor nos advierte hoy: Convertíos.

El Señor me ha dado a todos los que han intervenido para que llegue a conocerle: Padres, familiares, amigos… sacerdotes.

Qué importantes son los sacerdotes para los matrimonios. Son enviados del Señor para traernos en Su nombre la Buena Noticia. Si les rechazamos, también rechazamos al Señor y a Dios Padre. No son santos, están en camino como nosotros, pero son Sus enviados. ¡Cuánta ayuda recibimos de ellos! Cuánto tiempo me han dedicado en las direcciones espirituales, en administrarme los sacramentos, en prepararme para ellos, cuántas homilías trabajadas, cuántas pláticas, retiros… No podría pagarles todo el tiempo que me han dedicado, y menos aún, el mensaje del Señor con el que nos han llenado el alma.

El Señor me ha enviado a otros para que me convierta. Me ha enviado a mi esposo, que fue creado para mí, y si le rechazo, rechazo a Cristo, quien le envió, y rechazo al Padre, quien le creó. Todo lo que le haga a él/ella, se lo estaré haciendo al Señor. Debo tener siempre presente que lo que me une a él/ella es un sacramento, que somos sacramento vivo.

Si nos olvidamos de la Pasión de Cristo que redimió nuestro amor, mereceríamos peor destino que Corazaín, Betsaida o Cafarnaúm. Al fin y al cabo, ellos aún no habían visto el mayor milagro con mucho, el de la redención.

Madre:
Ayúdame a convertirme cada día. Quiero amar al Señor a través de mi esposo, ser cortés con Él siéndolo con mi esposo, cariñoso, comprensivo… tengo la suerte de poder amarle, tocarle, sentirle, a través de mi esposo, porque “lo que hagáis con uno de estos más pequeños, a mí me lo hacéis”. Como esposo, deseo amar a Dios en la carne, en la tierra. Bendice alma mía al esposo, bendice alma mía al Señor.