Archivo por días: 8 abril, 2016

La prueba. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 16-21

EVANGELIO
Vieron a Jesús caminando sobre el lago

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 16-21

Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron. Pero él les dijo: – «Soy yo, no temáis». Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.

Palabra del Señor.

La prueba.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Los discípulos comienzan una travesía en la que esperaban terminar reuniéndose con Jesús. Noche cerrada, soplaba un viento fuerte, el lago se iba encrespando… Una prueba sin duda. Pero ellos remaban, no dejaban de remar. Paulatinamente iban superando la prueba, hasta que, poco antes de llegar a su destino se les acerca el Señor demostrándoles un dominio absoluto sobre aquellas aguas. Una prueba que Él permite, sin duda.

Ahora se trata de que echemos la mirada atrás y contemplemos situaciones en las que los esposos hemos experimentado una prueba. Alguna de ellas probablemente aun no la hayamos superado. La primera pregunta es ¿Hemos remado a fondo para superarla? Y la segunda es ¿Nos ha servido esa experiencia para crecer en nuestro matrimonio?. Todas las pruebas deberían ser circunstancias que nos ayudasen a crecer en nuestro amor.

Como decía el Padre Pío: Bendita la crisis que te hizo crecer, la caída que te hizo mirar al cielo, el problema que te hizo buscar a Dios».

Madre:
A ti llamamos, los desterrados, hijos de Adán y Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea pues Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Los dones de mi esposo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 1-15

EVANGELIO
Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: -«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?». Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: – «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: – «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: – «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: -«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: – «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Palabra del Señor.

Los dones de mi esposo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cuántas veces miramos los dones de nuestro esposo y nos parecen insuficientes. ¿Me interesan para lo que yo quiero o para lo que Dios quiere? Para lo que Dios quiere desde luego que son suficientes. El Señor le pide al Padre por nosotros y consigue para nosotros todo lo que necesitamos.

El matrimonio es un don de Dios que fue “diseñado” para que crezcamos juntos y juntos lleguemos a la plenitud. Pero ¿Qué son los dones de mi esposo para la inmensa sed de amor verdadero que yo tengo? Observemos que los discípulos no llevaban ni panes ni peces, sino que pertenecían a otro, a un muchacho que estaba allí. Aunque nos puedan parecer pocos los dones del esposo (como le pasaba a Felipe cuando Jesús le pone a prueba), con ellos el Señor tiene lo suficiente para alimentarme y saciarme. Hagamos hoy como los discípulos, ofrezcámosle los dones de nuestro esposo y pidámosle que obre el milagro.

El hombre y la mujer se atraen mutuamente, buscando complementarse. Cada uno necesita del otro para llegar al desarrollo pleno – como personas – expresando y viviendo profunda y totalmente su necesidad de amar, de entrega total. Esta necesidad los lleva a unirse en matrimonio, y así construir una nueva comunidad fecunda de amor, que implica el compromiso de ayudar al otro en su crecimiento y a alcanzar la salvación. Pongamos todo esto en el cesto del Señor, para que lo multiplique y “nada se pierda”.

Madre:
Al Señor lo quisieron hacer rey porque les daba de comer un alimento terrenal. Sin embargo el Padre lo hace Rey porque nos da un alimento para la vida eterna. Alabado y bendito sea por siempre el Señor. Señor, te ofrecemos a nuestro esposo y te pedimos para que con ellos te de gloria. “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Salmo 125).