Archivo por meses: noviembre 2015

Ya no podremos morir. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 20, 27-40

EVANGELIO
No es Dios de muertos, sino de vivos.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 20, 27-40
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron:
-«Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les contestó:
-«En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»
Intervinieron unos escribas:
-«Bien dicho, Maestro.»
Y no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

Ya no podremos morir.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Que no exista el matrimonio en el cielo, no significa que los esposos nos separemos ni un ápice con respecto a lo que hayamos conseguido unirnos en la tierra con la ayuda de Dios. Más bien al contrario, nuestra unión será plena.

¿Entonces cuál es la diferencia? ¿Por qué no podemos seguir siendo un matrimonio en el cielo?. El matrimonio es un sacramento que representa la comunión de la Santísima Trinidad aquí en la tierra, o representa también el amor de Cristo a la Iglesia Esposa, es decir, el amor de Dios a los hombres. Esa es la misión del matrimonio, y esta misión acaba cuando ya no necesitamos una imagen, porque tenemos presente al original al que imitábamos.

Dice Jesús en el Evangelio de hoy una frase muy esclarecedora: hombres y mujeres “no se casarán. Pues ya no pueden morir…” Y es que el matrimonio consiste en entregarse el uno por el otro hasta dar la vida. Si ya no podemos morir, no puede existir el matrimonio tal como lo conocemos aquí. El matrimonio consiste en que yo muero como ser individual, renuncio a mi individualidad, para pasar a ser una comunión de personas con mi esposo.

En el cielo, ya no habrá sufrimiento, no habrá renuncias dolorosas, seremos perfectamente uno por la gracia de Dios. También seremos perfectamente uno con Dios y con toda la humanidad. Eso sí, Dios Padre tiene a su Hijo como predilecto. En el cielo, entre todos los hermanos, mi esposo seguirá siendo mi predilecto. Seguro que Dios Padre, lo entenderá.

Oración:
Señor, que aprendamos que el matrimonio es un morir a las pasiones y caprichos de uno para formar una comunión de personas a Tu imagen. Bendito seas por esa Esperanza que nos das de que algún día, contigo, llegaremos a ser perfectamente uno. Todo será comprensión, alegría, bondad, ternura… todas Tus gracias en nosotros, toda Tu belleza en nosotros. Alabado seas.

Dos templos sagrados. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 19, 45-48

EVANGELIO
Habéis convertido la casa de Dios en una cueva de bandidos.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 45-48
En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
-«Escrito está: «Mi casa es casa de oración»; pero vosotros la habéis convertido en una «cueva de bandidos.»»
Todos los días enseñaba en el templo.
Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Palabra del Señor.

Dos templos sagrados.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Aquel templo del que habla el Evangelio, fue destruido, y tal como ya profetizó el Señor a la samaritana, algún día adorarían a Dios en Espíritu y en Verdad. Ahora Dios, además de en el Sagrario, reside en nuestro cuerpo. Somos templos de Dios. La pregunta es ¿Actuamos como tales? ¿Nos tratamos como tales?

Ahí está lo sagrado del Sacramento del Matrimonio. Dos hijos de Dios, convertidos en templos del Espíritu por el bautismo, se unen en una sola carne para no hacer más que un solo corazón y un solo espíritu. Esa unión se hace sagrada por la presencia del Espíritu de Dios en los contrayentes, que la inunda, la invade y la diviniza.

Jesús nos exhorta hoy a que la relación entre esposos católicos, no se convierta en un mercadeo o en un intento de aprovecharnos el uno del otro, sino que sea una alabanza a Dios y una ofrenda a Dios. Incluso las correcciones, que no sean desde la imposición, sino ensanchando nuestro amor. En definitiva, nuestra relación es una oración. Así, los esposos, estamos “como consagrados a Dios” por nuestra unión conyugal: Por su parte, «los cónyuges cristianos, son fortificados y como consagrados para los deberes y dignidad de su estado por este sacramento especial» (GS 48,2).

La dignidad de nuestro estado. Qué pocos somos conscientes de tal don.

Oración
Señor, que vivamos consagrados a Ti, a través de nuestro matrimonio. Que adoremos a Dios en espíritu y en verdad amándonos con un amor de comunión. Que vivamos en el Padre, desde la santidad conyugal.

La Caridad Conyugal les conducía a la paz. Comentario del Evangelio para matrimonios: Lucas 19, 41-44

EVANGELIO
¡Si comprendieras lo que conduce a la paz!

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando:
-« ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!
Pero no: está escondido a tus ojos.
Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra.
Porque no reconociste el momento de mi venida.»

Palabra del Señor.

No vieron que la Caridad Conyugal les conducía a la paz.

Es escalofriante. Cuántas veces hemos vivido esta experiencia con varios matrimonios. Les hemos visto autodestruirse. No ponían interés en su relación y por más que veíamos que estaban avocados a la destrucción e intentábamos animarlos a luchar, a buscar la verdad, a ilusionarse con su vocación; no reaccionaban. Una y otra vez. Se dejaban arrastrar por la vida y no le abrían la puerta a Dios que llamaba. Vino la luz a ellos y la rechazaron.

Hay millones de esposos, familias sufriendo. Padecen heridas espantosas abiertas y maquilladas para no ser vistas, las más dolorosas heridas, las que no se muestran. Pero tú Señor si las ves y lloras por ellas, por esa intimidad santa brutalmente golpeada y rasgada, en lo más sagrado del sacramento conyugal. La llamada al Amor y la comunión, es raptada por la dureza de corazón, la indiferencia, la tibieza… .

¿Por qué no reconocemos el momento de Su venida? Qué esperamos para de verdad creer que Él está aquí, entre nosotros, que hace posible que nos amemos los esposos con Su Amor, la Caridad Conyugal. Por el Sacramento que nos une, tenemos poder para ello. Tenemos poder para recuperar la presencia de Dios en todo, descubrir y administrar los dones que nos da, ansiarnos el uno al otro para formar una comunión de personas, vernos el uno al otro como ayuda adecuada y actuar como tales, ver a mi cónyuge como parte de mí mismo, desnudar nuestro corazón y no sentir vergüenza, y perdonarnos cuando caemos, para volver a empezar todo este ciclo.

Cristo ha venido, está con nosotros, está en nosotros.

Pedimos a María, impulsora de este Proyecto de Amor Conyugal, que nos lleve a donde nos necesite y que abra los ojos de los matrimonios para que vean su verdad, la verdad de su hermosísima y riquísima vocación.

Oración:
Señor, que comprendamos el camino de los matrimonios hacia Tu amor, hacia Ti. Que lo demos todo por encontrarte en nuestra unión, que es donde estás esperándonos, y que arrastremos a nuestros hijos, no hacia los triunfos de este mundo, sino hacia el Amor eterno. Por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

Un tesoro para entregar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 19, 11-28

EVANGELIO
¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 11-28
En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro.
Dijo, pues:
-«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.
Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles:
«Negociad mientras vuelvo.»
Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar:
«No queremos que él sea nuestro rey.»
Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo:
«Señor, tu onza ha producido diez.»
Él le contestó:
«Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades.»
El segundo llegó y dijo:
«Tu onza, señor, ha producido cinco.»
A ése le dijo también:
«Pues toma tú el mando de cinco ciudades.»
El otro llegó y dijo:
«Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras.»
Él le contestó:
«Por tu boca te condeno, empleado holgazán.
¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro?
Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco?
Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.»
Entonces dijo a los presentes:
«Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez.»
Le replicaron:
«Señor, si ya tiene diez onzas.»
«Os digo: Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.
Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.»»
Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

Palabra del Señor.

Un tesoro para entregar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús pone en escena a tres tipos de súbditos. Veamos cada uno de ellos.
– Los infieles, son aquellos que niegan a Dios. Su matrimonio es algo que les pertenece y de lo que esperan sacar algo. Para ellos el matrimonio no es una misión para salvar a otros. Se quedarán envueltos en un mundo caduco que está destinado a morir.
– El “fiel” que no administra los bienes de Dios, es aquel que cree en el Señor, pero no en el Evangelio del matrimonio, como un servicio a los demás. No esperan que su unión conyugal se pueda convertir en un gran tesoro. No lo harán fructificar y se quedarán sin nada.
– Los verdaderos fieles, saben que su matrimonio es un don de Dios para vivir el Evangelio. Es una semilla que hay que abonar, regar, todos los días. Saben que tienen poder para hacerla crecer, porque la propia semilla está preparada para ello. En cuanto su matrimonio brota y empieza a crecer, lo comunican a los demás para contagiarlo, para dar vida a su alrededor. Éstos vivirán algo mucho más grande de lo que se puedan imaginar.

Dios nos entrega el don del matrimonio para generar vida, y no solamente en los hijos. Lo vemos esto en el catecismo: 1534 “Otros dos sacramentos, el Orden y el Matrimonio, están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios”.

El anuncio del Evangelio del matrimonio, que parece una minucia, sólo con comunicarlo ya está generando vida. ¿Sabíais que vuestra misión conyugal está ordenada a la salvación de los demás y a edificar el Pueblo de Dios? No nos quedemos con este don envuelto en casa en un pañuelo. Lo perderíamos.

Oración:
Señor, que sepamos vivir el Evangelio en nuestra misión de esposos. Que lo contagiemos, demos vida a nuestros hijos y salvemos muchas almas de matrimonios que están como ovejas sin pastor. Que les llevemos en Tu nombre, la maravillosa noticia de su misión conyugal. Envía esposos a Tu mies.

Quien Le busca, Le encuentra y entonces… Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 19, 1-10

EVANGELIO
El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
-«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
-«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:
-«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»
Jesús le contestó:
-«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

Palabra del Señor.

Quien Le busca, Le encuentra y entonces…
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Los hombres tenemos alas para volar hacia el mal y una cadena en los pies para encaminarse hacia el bien. Los esposos cuánto más tiempo pasa en su matrimonio, más entierran el Amor y el esfuerzo por construirlo. Toda su atención consiste en ser “recaudadores” de bienes, atenciones, derechos…

Pero lo que triunfa no es el pecado de Zaqueo, sino la misericordia del Señor, que limpia su pecado de un plumazo.

No obstante, la Misericordia de Dios es derramada si no la acogemos. Nosotros como Zaqueo, debemos hacer un esfuerzo fuera de lo común, por encontrar la verdad y amar, luchando contra corriente.

Ante este esfuerzo Jesús nos mira y se aloja en lo más profundo de nuestro corazón, porque le hemos abierto las puertas de nuestra casa.

El milagro ocurre después. Zaqueo reparte sus bienes con los que tienen menos y además realiza un acto muy bonito del que queremos hablar hoy. La reparación: “Si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”.

¿Cuántas veces me he aprovechado de mi esposo? Quizás en la confianza de que tiene una promesa de permanecer conmigo toda la vida, me he relajado. Quizás me he aprovechado de su paciencia o de su comprensión, o del cariño que me tiene… Sí, he abusado muchas veces de que un día se entregó a mí, y he reservado para él/ella mis peores nerviosismos, mis gestos más desagradables, o le he descuidado y no le he prestado la debida atención.

Bien, pues Zaqueo nos muestra el camino de la salvación de nuestro matrimonio: “Si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. No basta pedir perdón, hay que reparar por el dolor o el sufrimiento causado. Seguramente se ha sentido solo, incomprendido o no entendía nada. Es el momento de hacer que se sienta muy muy acompañado, muy muy comprendido y de darle la explicación: Me he relajado, esposo. A partir de ahora quiero que vuelvas a ser el centro de mi atención.

Ante este deseo, escucho decir al Señor: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”

Oración:
Señor, quiero esforzarme, escalar para llegar a Ti a través de mi esposo. No permitas que derrame Tu misericordia. A partir de hoy, le entregaré cuatro veces más, para darte Gloria.