Archivo por meses: septiembre 2015

Pulsa al sótano. Comentario del Evangelio para matrimonios: Marcos 9, 30-37

EVANGELIO
El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos

Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:
– «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.»
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó
– «¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
– «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
– «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»

Palabra del Señor.

Pulsa al sótano.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El hombre es un ser relacional, y en esa relación con los demás, tiene dos opciones, o ser servido o servir.
Si nos damos cuenta, tenemos en nuestras manos mucho poder. Podemos desprestigiar a alguien, despreciarle, minusvalorarle … o hacer que se sienta querido, reconocido, valorado… ¿Cómo utilizar el poder tan enorme que Dios nos ha dado? De nosotros depende la felicidad de otros. ¿No es verdad que las primeras actitudes se identifican más con la persona que quiere mandar? ¿Y las segundas con la persona que desea servir?.

En el matrimonio, este poder del uno sobre el otro es incluso mayor. Al final, la opinión de los demás me importa, pero la de mi esposo mucho más. Hay esposos, que con sus actitudes de desprecio, hunden emocionalmente a sus cónyuges. Lo que suele existir en el matrimonio es una lucha de poder, o una resistencia a servirnos el uno al otro ¿No es cierto?. Podemos utilizaremos el poder que Dios nos ha dado, para abajar al otro y así poder estar por encima. Y probablemente después, no entendamos por qué nuestro esposo no se siente querido, reconocido o valorado.

Dios nos ha dado mucho poder al uno sobre el otro. De mí depende su felicidad en gran medida. El que acoge al esposo débil en nombre del Señor, acoge al Señor. La pena es que, por querer mandar en lugar de servir, no acojamos al Señor. Que por pretender mandar nos perdamos el amor de comunión que Él nos ofrece. Y el que no quiere servir, no sirve (en el sentido de que aporta poco).

Jesús nos sirvió y se abajó para redimirnos. Acompañémosle en ese camino descendente y luego Él nos llevará por el ascendente. En el ascensor que conduce al amor, hay que pulsar al sótano.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

Los secretos de la oración juntos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 8, 4-15

EVANGELIO
Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 4-15
En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo.
Entonces les dijo esta parábola:
-«Salió el sembrador a sembrar su semilla.
Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad.
Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno. »
Dicho esto, exclamó:
-«El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Entonces le preguntaron los discípulos:
-«¿Qué significa esa parábola?»
Él les respondió:
-«A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
El sentido de la parábola es éste:
La semilla es la palabra de Dios.
Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan.
Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran.
Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.»

Palabra del Señor.

Los secretos de la oración juntos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Si no oramos regularmente la Palabra de Dios, nuestra vida espiritual y conyugal se va a parecer a las tres primeras escenas de la parábola: Al borde del camino, en terreno pedregoso y entre abrojos.
Los métodos de hacer oración son tantos como matrimonios. No hay una manera concreta de orar, como no hay dos matrimonios iguales, sino que cada uno va adquiriendo su “estilo”. No obstante daremos alguna pautas desde nuestra experiencia.

Lo primero que hay es que “querer”. Cuando alguien hora no es porque siente ganas, sino por convicción. La relación con el Señor no depende de nuestros estados anémicos. A trabajar o estudiar no vamos por sentimiento, sino por convicción, porque nos hemos comprometido a ello. El sentimiento obviamente ayuda, pero no es regular, es muy fluctuante y si nos dejamos llevar por él, nuestra vida de oración será muy mediocre.

Si no se tiene una firme convicción de que hay que tener una oración regular, la Palabra de Dios caerá: Al borde del camino, es decir, se va a perder y no vamos a acoger lo que Dios quiere decirnos (indiferencia); en terreno pedregosos que se refiere a la inconstancia, propósitos que abandonamos ante la dificultad; o el tercero de los tres, entre zarzas que son incompatibles con el trigo (incoherencia), compaginamos la oración con una vida mundana que se “come” la verdad que empezaba a calar en nuestro corazón. Indiferencia, inconstancia e incoherencia son por tanto los tres terrenos que nos impiden la verdadera relación con Cristo.

La oración hace intervenir (CIC 2708) el pensamiento (la razón), la imaginación (composición de lugar), la emoción (unión de afectos) y el deseo. Son necesarias para movilizar el corazón. Debe ir hacia el conocimiento del amor de Jesús. El texto del catecismo hace referencia al rosario y a la lectio divina: Lo que hacemos cada día con el comentario del Evangelio para matrimonios. Tiene 5 partes: La lectura de la palabra (lectura pausada), la meditación (interiorizar, aplicarla a la propia vida), la oración (alabar al Señor, pedirle…), la contemplación (gozo de conocer la experiencia del amor de Dios, la serenidad del misterio de Cristo) y el compromiso (en qué nos pide el Señor un cambio en nuestra vida).

La meditación, consiste en pasar de la lectura literal a buscar el sabor y el gusto de las cosas divinas. Qué representa el Evangelio en mi vida, aplicarla a nuestra vida de esposos. A nuestra vocación conyugal, que es nuestro camino de santidad. Los padres de la Iglesia, comparan la meditación con un lagar donde se exprime la uva y saciar la sed, o con buscar una chispa que hace brotar el fuego del amor de Dios, o la imagen del yunque en el que el hierro se hace incandescente en la fragua del alma y el Espíritu Santo va labrando según nos quiera ir sugiriendo (Qué hermosa imagen de la meditación), o con un agua abundante que está en el fondo del pozo y a través del cubo de la meditación puede sacarse, o con un frasco de perfume que hay que romper para que salga su fragancia y la recibamos, o con la hormiga que va cogiendo todo el grano y lo va acumulando para cuando llegan las épocas de hambre, o con la abeja que elabora con el néctar la miel que alimenta. Otros lo comparan con animales rumiantes, que primero lo tragan todo, pero van sacando y lo van desmenuzando para poder hacerlo suyo.

Pero os podéis imaginar qué ocurre si los esposos, después de su meditación particular con el Señor, ponen en común todo ese néctar. Sumergidos en su intimidad, mayor que la de cualquier otro ser sobre la tierra, abren su alma para mostrarse las huellas que la Palabra ha dejado en ellas. ¿No estaremos haciendo de esta manera más que una sola alma?. ¿No podrán ayudarse a sacar más jugo de la oración en su vida? ¿No se verán sus emociones afectadas para no hacer más que un solo corazón? ¿No se podrán ayudar en un compromiso común haciéndose una sola carne?.

Bellísimo camino el de los esposos que oran juntos. Toda una tierra buena donde sembrar amor, donde sembrar una familia, donde sembrar la voluntad de Dios.

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A Dios Madre. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 8, 1-3

EVANGELIO
Algunas mujeres acompañaban a Jesús y lo ayudaban.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 1-3
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él habla curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor.

A Dios Madre.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cristo se hacía acompañar de varias mujeres. Hoy aprovechamos este Evangelio para hablar de la mujer.

Para ello recurrimos a un resumen que aparece en catholic.net sobre la bellísima encíclica de San Juan Pablo II: Mulieris Dignitatem (La dignidad de la mujer).

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El hombre es “imagen y semejanza de Dios”, no sólo en cuanto ser racional, sino en cuanto existe en esa complementariedad que lo hace ser “hombre” y “mujer”. Como explica el Papa, el hombre, creado como hombre y mujer, no existe sólo como alguien que se “junta” o se “une” a quien es su complemento, sino que recibe la llamada a existir “el uno para el otro” precisamente en cuanto hombre y mujer (cf. n. 7).

También evoca el Papa el paralelismo entre Eva y María para comprender, por un lado, el drama del pecado, que tanto daña las relaciones entre el hombre y la mujer; y, por otro, la promesa de la llegada de un Salvador, que nacerá precisamente a través de una Mujer.

La maternidad, explicaba Juan Pablo II, “ya desde el comienzo mismo, implica una apertura especial hacia la nueva persona; y éste es precisamente el ‘papel’ de la mujer. En dicha apertura, esto es, en el concebir y dar a luz al hijo, la mujer ‘se realiza en plenitud a través del don sincero de sí’” (n. 18).

A través del don de sí, que involucra plenamente a la mujer en la experiencia de la maternidad, también el hombre aprende a ser padre. Maternidad y paternidad es algo que afecta a dos personas, pero que lleva a la mujer a “pagar” (así lo explicaba el Papa) “directamente por este común engendrar, que absorbe literalmente las energías de su cuerpo y de su alma”. El varón debe recordar “que en este ser padres en común, él contrae una deuda especial con la mujer. Ningún programa de ‘igualdad de derechos’ del hombre y de la mujer es válido si no se tiene en cuenta esto de un modo totalmente esencial” (n. 18).

Una de las conclusiones principales de la carta es que la mujer, tiene la misión de ayudar a los seres humanos a vivir su propia identidad precisamente bajo la categoría del don. “La mujer no puede encontrarse a sí misma si no es dando amor a los demás” (n. 30).

La mujer, como el varón, necesita recordar que ha recibido una misión especial, que tiene una “tarea encomendada”: la de atender y darse al hombre. “La fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial el hombre, es decir, el ser humano. Naturalmente, cada hombre es confiado por Dios a todos y cada uno. Sin embargo, esta entrega se refiere especialmente a la mujer -sobre todo en razón de su femineidad- y ello decide principalmente su vocación” (n. 30).

El capítulo conclusivo recuerda el sentido de toda la carta papal: reconocer la misión que Dios ha dado a la mujer, de forma que sea posible descubrir el sentido de su femineidad y abrirse al “don sincero de sí misma”, lo cual le permite “encontrarse” a sí misma (cf. n. 31).
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Solemos ver a Dios como Padre. Contemplamos hoy la belleza de la feminidad de Dios, de la que la mujer es imagen. Un Dios que engendra a su Hijo como Madre, que decora la tierra con la belleza de la naturaleza, las flores, el rocío, el arcoíris… tanta delicadeza que nos muestra en su obra creadora. Se palpa su cariño maternal. Alabamos a Dios por su feminidad y por la feminidad que ha transmitido a las esposas, con su manera de ver la vida, de hacerla más hermosa; por el mundo emocional que nos descubren; por su entrega maternal, en el hogar, otras con su entrega virginal…

Hoy los hombres damos gracias a Dios por el don de la mujer y su feminidad. Le pedimos que nos enseñe a acogerlas y cuidarlas con la delicadeza que merecen. Y las mujeres le pedimos para que nos guíe en esta “tarea encomendada” que supera con mucho nuestras capacidades.

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Amor de acogida al pecador. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 7, 36-50

EVANGELIO
Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 36-50
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: -«Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora. »
Jesús tomó la palabra y le dijo: -«Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: -«Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: -«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: -«Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: -«Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
-«¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama. »
Y a ella le dijo: -«Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: -«¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: -«Tu fe te ha salvado, vete en paz. »

Palabra del Señor.

Amor de acogida al pecador.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dios es amor y en esa relación de amor con nosotros, nos revela su intimidad. La vida de Jesús nos la revela: Se llama entre otras cosas “Misericordia”.

La medida que solemos utilizar es diferente de la de Cristo, y “La medida que utilicéis, la utilizarán con vosotros”, nos dice el Señor en otro pasaje evangélico. Los fariseos, nos representan en esta escena, quitando valor a aquella mujer hasta despreciarla y hacerla indeseable e indigna de presentarse allí, entre ellos, por ser una pecadora.

Mi esposo no pierde valor por ser un pecador. Vale según el amor que Dios le tiene, y su valor es incalculable, puesto que Cristo murió por él/ella. Cristo no murió por la humanidad en general, sino que murió por cada uno de nosotros, uno por uno. Ese es el valor de mi esposo, suficientemente grande como para que merezca que el Padre envíe a su Hijo único para morir sólo por él/ella, como subraya la parábola de la oveja perdida.

Nos hacemos ya una idea del valor de aquella pecadora. Con el don de nuestro esposo, Dios nos entrega en un don gigantesco cuyo valor es el que acabamos de describir. El tema de la hermenéutica del don de San Juan Pablo II nos sobrecoge cuando explica que un don (que se da con amor de persona a persona) sólo puede darse si la persona a la que va destinado lo recibe. En cierto modo, la persona que da el don se entrega con él y la que lo recibe se entrega acogiéndolo. Así Cristo se da en matrimonio por su Iglesia por amor y la Santísima Virgen (en representación de la Iglesia) lo acoge también con amor.

Si Dios nos da en matrimonio un don de este calibre (mi esposo) cuyo valor no pierde ni un ápice por sus pecados, y yo no me entrego acogiéndolo con amor, el don no se produce. Cuando no hay unión entre los esposos, no es porque Dios nos esté entregando el don equivocado, sino porque no lo estamos acogiendo en todo su valor, con el amor que deberíamos. Estamos utilizando una medida incorrecta, nuestro juicio, y no hemos sido nombrados jueces de nuestro hermano.

¿Cómo es nuestro amor de acogida? El escándalo de Jesús (por lo que le mataron), es acoger a los pecadores, dejarse tocar por ellos. A nosotros nos corresponde acoger a nuestro esposo como Él nos acoge a nosotros, pecadores: Igualmente podría yo situarme en el lugar de la pecadora, porque muchos son mis pecados y Cristo me sigue amando igual (o más si cabe), porque mi pecado le conmueve en su Misericordia. Entonces yo también querré que mi esposo me acoja como Él lo hace, cada vez.

Si tienes duda de cómo acoger con amor a tu esposo pecador, mira la escena: https://www.youtube.com/watch?v=zr2N6J1_MLM

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Un matrimonio light y sin cafeína. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 7, 31-35

EVANGELIO
Tocamos y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 31-35
En aquel tiempo, dijo el Señor:
-« ¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos?
Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: «Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis.»
Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenla un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores.»
Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón. »

Palabra del Señor.

Un matrimonio light y sin cafeína.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Es habitual refugiarse en una actitud crítica, para justificar la tibieza de la fe y la dureza de nuestro corazón en el matrimonio.
La falta de coherencia es un signo de que no se vive en la verdad. Entre matrimonios es habitual el “ni contigo, ni sin ti”. La incoherencia lleva a una queja constante, porque no alcanza ninguna solución estable.

No podemos conformarnos con una fe de estantería ni con un matrimonio de “vivir bajo el mismo techo y compartir unos hijos”. La fe es para vivirla intensamente en nuestro matrimonio y en nuestras familias.

Miramos a los matrimonios de hoy y nos asombramos de lo mal que están las cosas. Pero cuando leemos lo que el magisterio de la Iglesia dice sobre el matrimonio, ¿buscamos una explicación light y descafeinada que justifique nuestra realidad? ¿Parece que no va con nosotros? Eso es muy complicado… eso será para los santos…

Si nos conformamos viviremos un matrimonio mediocre, al que le falta «azúcar» que lo endulce (el cariño nunca sobra) y «cafeína» para que le dé vigor (la ilusión y el deseo son el motor). San Juan Pablo II nos pone metas como esta: “se ven y se conocen a sí mismos con toda la paz de la mirada interior, que crea precisamente la plenitud de la intimidad de las personas” (Catequesis 02/01/80). Queremos conocernos en la verdad de lo que somos y alcanzar la plenitud de esa intimidad. Ahí encontraremos la paz, la estabilidad. ¡Queremos de eso! Y queremos muchas otras cosas más.

¡Esposos! San Juan Pablo II toca y no bailamos. Nuestra Madre Iglesia nos avisa de los peligros de la situación que viven las familias de hoy, y no lloramos.

Señor, envíanos tu Espíritu. Que tu carne nos dé la fuerza y tu sangre nos purifique. ¡Prende fuego en nuestros corazones! No queremos vivir un sucedáneo. Queremos ser “discípulos de la sabiduría” y darle la razón. San Juan Pablo II, ruega por nosotros.

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