Archivo por días: 26 agosto, 2014

La táctica del Tentador para desviarnos del amor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 23, 27-32

La táctica del Tentador para desviarnos del amor.

Si los fariseos eran o al menos intentaban ser hombres de Dios ¿Qué ocurre con ellos para que se desvíen del camino del amor?.
Si los matrimonios se unen por amor, con toda la ilusión y todos sus proyectos ¿Qué ocurre para que se desvíen también del camino del amor?.

Hoy hablaremos del Tentador y cómo actúa.
Observemos en el Génesis la actuación de la Serpiente. Cómo consigue sacar a Adán y Eva del paraíso en el que Dios los había puesto. Es la misma técnica que utilizará para sacar a los esposos de ese “paraíso” de amor que vislumbraban cuando se casaron.

La primera pauta de comportamiento del Demonio, es que no niega a Dios. A los novios, no les niega el amor. Insistimos, no niega la existencia de Dios ni del amor sino en deformar su imagen.
“Invita a desconfiar de la bondad originaria del Creador, rechazando su proyecto sobre el hombre (hombre-mujer). Se trata así de cortar amarras con el Origen, con la paternidad divina y con el reconocimiento filial que el hombre le debe. La vida que ofrece la serpiente consiste en una posesión solitaria; la ciencia prometida es un saber que no quiere fiarse de nadie.” (Una sola carne en un solo Espíritu pg. 81 ss)

Ya no necesitas a Dios, porque seréis como dioses. Es la sentencia del individualismo que vivimos hoy en día ¿O no?.

Pero ¿Qué tiene esto que ver con la relación matrimonial?.
“La relación entre Adán y Eva se transforma cuando ambos rompen el nexo con el Creador. … aunque Adán y Eva sigan unidos, en realidad su amor, perdida la referencia al origen en Dios, no puede ya indicar más allá de sí mismos termina por aislar al uno del otro: deja de ser amor. …
El Creador constata el dominio que Adán ejercerá a partir de entonces sobre Eva –tu deseo irá hacia el varón, y este te dominará- .” (Una sola carne en un solo Espíritu)

La relación de unión, de ayuda semejante el uno para el otro se convierte en una relación de dominación, similar a la que debían tener sobre el mundo “dominad la tierra y sometedla”. Dejan de ser “hermanos” de un mismo Padre para convertirse en “mini dioses” que no necesitan el uno del otro y se estorban. El cuerpo de la mujer, deja de ser para el hombre el medio santo que Dios nos deja para unirnos y llegar a Él, y se convierte en algo que desea dominar. A veces, casi como un trofeo a conseguir para su propia satisfacción o vanagloria. Por su parte, la mujer, arrastrada por sus emociones buscará en el hombre una respuesta que no encuentra: “Tendrás ansia de tu marido y él te dominará.” (Gn 3,16)

La consecuencia por tanto es el sufrimiento del que habla Dios en el génesis. El deterioro de la relación conyugal no solamente afectará a los esposos, sino que se transmitirá a sus hijos. Al no ser ellos imagen del Dios Padre del que proceden y de su auténtico Amor, transmiten una imagen distorsionada a sus hijos, que heredan viéndose afectado su amor, aprenderán de un modelo distorsionado.

En la obra El Don Juan, se concluye de la siguiente forma la relación entre Adán y Eva:
Después de que Eva pide a Adán que se unan “como yo te lo pido”: Olvidándolo todo y pensando solo en nosotros. Cerrando las puertas de nuestros corazones al amor de los demás, que no nos importa nada… Nada más que una vez, nada más que un instante! Quiero ser para ti tu dios y tu universo, como lo eres para mí…!
Podríamos añadir aquí “disfrutemos unos años antes de tener hijos”. Así quedan sumergidos en ese amor aislado que no es amor.
La historia concluye cuando Eva dice: “Adán, ¿Qué te sucede que no te siento? ¿Por qué mi goce no sale de mi cuerpo, Adán? ¿Por qué el tuyo no me llega? –Hemos pecado, Eva, contra el amor del Universo, que era el amor de Dios.”

Afortunadamente para vosotros, esposos, y para nosotros, Cristo vino a redimir el Amor. Dejemos de ser sepulcros blanqueados, que ríen con la gente y sonríen en las fotos, pero que viven la amargura de un hogar lleno de huesos y podredumbre. Recuperemos nuestros lazos con el Amor Original, con el Padre a través de Cristo, para recuperar el amor verdadero.

Oramos con el Salmo: Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén (tu familia, la tierra prometida) todos los días de tu vida.

Mi prioridad, tú. Mis decisiones contigo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 23, 23-26

Mi prioridad, tú. Mis decisiones contigo.

Los fariseos daban mucha importancia a su apariencia y se olvidaban del amor, lo realmente importante: la misericordia, la sinceridad, la compasión. A veces ocurre igual en nuestro matrimonio: por causa de buenas costumbres, pequeñas leyes como el orden o la puntualidad y otras muchas de este tipo, nos olvidamos de la misericordia entre nosotros, la compasión y la sinceridad. Otras veces, las practicamos de cara a fuera, a gente lejana y no percibimos las necesidades de mi esposo/a en estos sentidos. Ocurre a menudo que los matrimonios se ocupan de atender a los hijos, la familia de origen, sus trabajos, compromisos Pastorales, sus… y se olvidan de alimentar su relación. No queda tiempo para eso y el amor no se construye solo.

Tenemos que dar prioridad a las leyes del amor en nuestro hogar. Como dice Jesús: “Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.”

Por otra parte, Jesús llama también a los fariseos guías ciegos, porque orientan según sus propios criterios. A propósito de esto, hablaremos del discernimiento espiritual. Consiste en saber decidir entre dos alternativas aparentemente buenas. La cuestión es que, sólo es bueno para nosotros aquello que está de acuerdo con la voluntad de Dios para nosotros. ¿Cómo reconocerla?.

En otro pasaje, Jesús dice que no son capaces de leer los “signos de los tiempos”. Se refiere a las señales del Espíritu, que las hay y no pocas. San Pablo en la carta a los Romanos, les animaba a no dejarse llevar por la mentalidad del mundo, sino transformarse en la renovación de su mente para reconocer lo bueno, lo que es agradable a Dios, lo perfecto. Esta renovación se produce en la intimidad con el Espíritu que nos hace capaces de distinguir el camino del bien.

Se trata de examinar y distinguir qué situaciones, personas o cosas nos ayudan a seguir el Plan de Dios y cuáles por el contrario nos apartan de él.

Para hacerlo correctamente, lo primero es apartarse de todo aquello que nos aleje del Espíritu. Mencionaremos principalmente el subjetivismo y la soberbia. El subjetivismo consiste en considerar nuestro criterio como el válido. Es ponernos como el centro sin estar abiertos a otras opciones. En estos casos suelen ser las emociones las que nos impiden ver más allá. Y la soberbia es estar tan llenos de nosotros mismos que no dejamos que entre el Espíritu.

¿Qué nos ayuda al discernimiento espiritual? Pues como dice San Pablo también: “Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu” Es decir, ese deseo de realmente dejarnos guiar por el Espíritu en nuestra vida. Además de esto, debemos tener criterios Evangélicos, la “mente de Cristo”, para lo cual es necesaria la oración diaria del Evangelio, para sentir y actuar como Él.

Y por último, la dimensión comunitaria, es decir, no tomar las decisiones solos. Nuestro esposo/a es una ayuda imprescindible en la toma de decisiones. Nuestra complementariedad, querida por Dios, suele ser un buen medio para llegar a la mejor decisión. Recordemos que Dios nos creó como una ayuda el uno para el otro. También viene bien, que vayamos juntos y consultemos con nuestro director espiritual (Sería importante tenerlo) o con personas de la Iglesia cuyo criterio nos parezca fiable porque vemos en ellos una coherencia entre el Evangelio y su vida.

Oramos con el Salmo: Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones.