Archivo por días: 13 agosto, 2014

Restañar las heridas en el matrimonio. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 18, 21-19, 1

Restañar las heridas en el matrimonio.

Este pasaje sobre el perdón, precede a aquel en el que Cristo les habla a los fariseos sobre la indisolubilidad del matrimonio. ¿Casualidad?.

Si en tu matrimonio hay heridas y hay dolor, no te preocupes. Dios nos da una segunda oportunidad… y una tercera… y una cuarta… etc. Esperamos que tu esposo/a también te las dé o que tú se las des a él/ella. Por mucho que las cosas se hayan enredado, es posible enderezarlas orientándolas hacia lo alto. Los casos perdidos se convierten entonces en trayecto, doloroso sí, pero necesario para conquistar una meta.

Cuando uno de los cónyuges es infiel al otro (no necesariamente en el aspecto carnal),
“el que perdona adquiere una altura moral que hace al otro, al infiel, sentirse siempre en minoría. Incluso aunque se reprima el reproche, éste se dejará sentir a ambos. Lo realmente difícil es entonces rehacer la dignidad en quien ha ofendido para que los dos puedan mirarse a los ojos y encontrarse a la misma altura. ¿Sería posible restaurar la igualdad originaria, aquella con la que empezaron su camino nupcial?.

Habría sólo una vía: que el cónyuge fiel se hiciera uno con el otro, que caminaran juntos en singular proceso, parecido a un luto, para reconstruir sus memorias y recuperar el amor que les unía al principio. Es una ruta que parce imposible de llevar hasta el final: ¿Cómo rehacer del todo un pasado, hasta conseguir que lo que sucedió no haya sucedido?.

Esta pregunta nos permite acercarnos a Getsemaní y al misterio de la Pasión. Pues esto es precisamente lo que Dios ha querido hacer con su Pueblo. No le ha bastado con tender un manto para cubrir el pecado, sino que ha querido desanudar la trama perversa de la culpa. Por eso el mismo Cristo, el Esposo, ha descendido para identificarse con su Esposa, para sufrir con Ella las consecuencias del mal, y así oponer a su infidelidad una fidelidad estable… Entendemos el gran amor de Jesús. Le interesaba que la esposa perdonada pudiera mirar a los ojos de su Esposo sin miedo al reproche, de igual a igual. Por eso debía acompañar desde dentro el camino de la regeneración.

¿Cómo fue posible a Cristo recuperar la armonía perdida? Su secreto estaba en el Padre, a quien dirigió su ofrenda. Si Jesús supo que era posible regenerar a su esposa infiel, es porque contemplaba siempre al Padre, que se la confió. Si pudo mirarla de nuevo con amor y respeto, es porque veía la mirada del Padre que seguía amando a los hombre a pesar de todo. Cristo pudo renovar el vínculo que une entre sí a los esposos porque restauró en nuestra vida la filiación, la relación con Dios.” (Betania, una casa para un amigo Pg. 178-179)

Entenderemos ahora mejor lo que escribió San Pablo: “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño de agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada” (Ef 5,26-27)

La deuda de cien denarios que no quiso perdonar el empleado a su compañero, en realidad, pertenecía a los cien mil talentos que le debía a su Señor.

Oramos con el salmo (versículos que siguen a los de hoy): Se despertó como de un sueño el Señor, como soldado aturdido por el vino, [66] hirió al enemigo por la espalda infligiéndole una derrota definitiva… Se construyó un santuario como el cielo, como la tierra que cimentó para siempre.