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Las tres llaves de la libertad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 16, 21-27

Las tres llaves de la libertad.

Las pautas que nos da Jesús hoy tienen relación directa con nuestro compromiso matrimonial:
– Niéguese a sí mismo: Es el “yo me entrego a ti”. Porque nadie se puede entregar si antes no es dueño de sí mismo. Para ello, debemos ser dueños de nuestras pasiones, nuestros egoísmos, libres…
– Coja su cruz: Es “prometo serte fiel en… la enfermedad y… en las penas”. Reconocer que sólo se demuestra el amor si se es fiel en el sufrimiento.
– Y me siga: Es el “todos los días de mi vida”. Es el camino que hacemos día a día tras Jesús.

Cuando somos víctimas de una injusticia en nuestro matrimonio, sentimos la imperiosa necesidad de reclamar justicia, defendernos, explicarnos, lavar nuestra imagen. Ej. “Hay que ver que no piensas nada en mí.” ¿Quién calla después de una sentencia así? ¿Qué es lo que me hace tropezar para no pensar como Dios?

Cristo nos dice que cojamos su cruz y le sigamos. La cruz en la época de Jesús era algo denigrante. Se imponía a los bandidos y a los marginados. Tomar la cruz y aceptarla detrás de Jesús, era lo mismo que aceptar ser marginado por un sistema injusto. Cada vez por ejemplo que el esposo (o esposa) toma una decisión sin contar conmigo… o que actúa una y otra vez en contra de mis decisiones… ¿No son situaciones un tanto denigrantes?

El mensaje de Jesús es también el resumen del comportamiento cristiano:

Lo primero que propone Cristo es negarse a sí mismo. ¿Por qué? Tenemos una casi incontrolable tendencia al egoísmo, a la vanidad y al orgullo. Estos desórdenes nos aprisionan y nos quitan la libertad. Nos hacen actuar como no queremos y aunque inicialmente parece que producen cierta satisfacción, nos provocan infelicidad y falta de paz. No llegarás muy lejos ni en las cosas de los hombres, ni en las cosas de Dios, si haces de tu propio juicio el pedestal sobre el que asentar tu propio monumento. Ese “pues yo pienso que deberías…” no puede ser nuestro becerro de oro, un pedestal que impide la comunión conyugal. Por lo tanto, lo primero es luchar día a día para negarnos en estas tendencias para ser más libres y gozar de la común unión con Cristo. Seguramente tendré mucho que aprender de lo que piensas tú y de lo que piensa Él.

Lo segundo, es que tomemos la cruz. Veamos qué dice el catecismo en relación a esto:

618 “La Cruz es el único sacrificio de Cristo … Él quiere en efecto asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios …”

Nos quiere hacer partícipes de Su redención. El que no coja su cruz también va a sufrir: Vamos que, aguantar al esposo (genérico) cuando está insoportable, no nos lo quita nadie. En cambio, si no lo vivimos como la cruz de Cristo lo sufriremos más, porque no vivimos una esperanza sino una resignación, y si nos enfrentamos a él/ella padeceremos el vacío de un mundo que no satisface. En la cruz se sufre, pero ese sufrimiento tiene sentido, Cristo comparte con nosotros la oportunidad de que nuestro sacrificio sea redentor, sea por amor. La cruz aunque parezca contradictorio es camino hacia la Vida, por este camino se obtiene la gloria del Padre, en la que cada uno participará según lo realizado en esta vida.

Por último, seguirle. Entre las cosas que más nos enamoran de Cristo, está su deseo de agradar siempre al Padre, viviendo sólo para hacer su voluntad. Actuemos así con nuestro/a esposo/a a imitación de Cristo.

Oramos con el Salmo: Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.

¿Qué talentos hemos recibido? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 25, 14-30

¿Qué talentos hemos recibido?

El Señor reparte uno, dos o cinco talentos “a cada cual según sus capacidades”, para que los administre y multiplique. Cada uno tiene la responsabilidad de conocer y aceptar con humildad y de verdad los dones y talentos que ha recibido. Nuestra propia respuesta ha de asemejarse lo más posible a la de los dos siervos fieles: actuar con prontitud, con generosidad, con iniciativa para «multiplicar» nuestros talentos, superando toda actitud de temor, inseguridad, mezquindad, pereza o egoísmo.

No basta con saber cuáles son nuestros talentos, sino cómo aplicarlos para avanzar en la dirección correcta, la que Dios marca a cada uno. No basta por ejemplo con saber que uno tiene el don de la cortesía si no sabe si la tiene que aplicar como relaciones públicas en una empresa o siendo delicado y atento con su esposo/a durante toda la vida… se trata de tener un corazón que ve, donde se mezcla inteligencia y amor.
También es necesario valorar los dones en su justa medida y así cuidarlos como un tesoro recibido de Dios y al que hay que agradecerlos: el valor del esposo, de los hijos, la amistad, el trabajo… Los dones del Espíritu son el fruto que el Don de su presencia engendra en nuestro interior, haciéndonos dóciles y atentos para reconocer su voz.

En última instancia, la realización de cada hombre y cada mujer está en su camino hacia Dios. No se puede ser feliz si no respondemos a esta misión para la que hemos sido creados. El ser humano alcanza su plenitud en la plena comunión con el Padre. Por tanto, estoy llamado a, con mi esfuerzo, colaborar con la gracia para hacer fructificar los dones que he recibido y comunicar con ellos la gloria de Dios a todas las personas de mi alrededor. Ponemos la atención en ser siervos, pues los talentos no nos pertenecen, y en ser fieles, pues permaneciendo en el amor de Dios nacerán todos los frutos.

Entonces ¿Cómo me conozco y conozco mis dones? El pleno conocimiento del misterio del ser humano como criatura de Dios solamente es posible en el Señor Jesús. Él nos revela al Padre y Él nos revela a nosotros mismos y a nuestro esposo/a como creaturas y el plan que Dios ha pensado para nosotros. Y en ese conocer a la luz de Cristo nuestra propia identidad, origen, vocación y misión en el mundo, así como nuestro destino glorioso, voy conociendo también mis dones. También es cierto que Dios se sirve de otros para darme su gracia, en especial del esposo/a, como ministro de las gracias de Dios para mí. Por tanto, principalmente a través de él/ella me mostrará quién soy.

Dios da a cada uno ciertos dones y talentos. Estos dones y talentos tienen una dimensión personal, pues ayudan a nuestro desarrollo, pero tienen al mismo tiempo una dimensión relacional: se orientan también a la mutua edificación, especialmente entre los esposos. Así, al poner los propios dones a disposición el uno del otro, éstos se convierten en una riqueza para los dos. En este sentido, los esposos tenemos necesidad el uno del otro: el bien espiritual que yo no tengo y no poseo, lo recibo del esposo (genérico). Tal como dice el catecismo: 1937 “Estas diferencias pertenecen al plan de Dios, que quiere que cada uno reciba de otro aquello que necesita, y que quienes disponen de “talentos” particulares comuniquen sus beneficios a los que los necesiten. Las diferencias alientan y con frecuencia obligan a las personas a la magnanimidad, a la benevolencia y a la comunicación. Incitan a las culturas a enriquecerse unas a otras…

La recepción de los dones y la gracia de Dios, evidentemente no se circunscriben solamente al entorno matrimonial, sino que necesitamos de los hijos y el resto de la comunidad eclesial para poder llevar nuestra misión a su plenitud.

Oramos con el Salmo: Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.

San Juan Bautista, mártir por el matrimonio. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 6, 17-29

San Juan Bautista, mártir por el matrimonio.

Nos encomendamos hoy al San Juan Bautista. Es el primer mártir por el matrimonio. Él dio la vida por defender la verdad el amor humano entre hombre y mujer.

Y es importante esta Verdad, porque el matrimonio entre hombre y mujer nos ayuda a entender cómo Cristo en la Pascua se hace uno con su Esposa la Iglesia, de la misma manera, que para nosotros los esposos la entrega de Cristo, de su cuerpo, a la Iglesia y todo el proceso hasta llegar a esta unión, nos enseña a ser verdaderos esposos desde nuestro amor humano.

Por eso no es casualidad, que el Bautista, precursor de Jesús, el que lo antecede y nos anuncia su llegada, muera por defender la verdad del matrimonio. Viene para lo primero y muere por lo segundo. Es el nexo de unión entre al Antiguo y el Nuevo Testamento.

«Por un lado, el tema del amor humano pertenece al núcleo de la predicación del Bautista, que llegará a dar la vida por defender su verdad, la verdad del amor: “No te es lícito tener la mujer de tu hermano” (Mc 6,18). San Beda verá en Juan un mártir, aunque en sentido estricto no muera por confesar a Jesús; Y es que Jesús es la Verdad, y quien muere por la Verdad muere por Él. (San Beda: Homilía 23)» (Del libro Una sola carne en un solo Espíritu)

Por otro lado Jesús se presentaba como el esposo del Israel (El pueblo de Dios) y hubo cierta confusión con los discípulos del Bautista, que lo consideraban el Mesías (El Esposo). Juan responde que no merece ni desatarle las sandalias a Jesús. Este “desatarle las sandalias” significaba que pretendía a la novia según la ley del levirato. Todo el esfuerzo de Juan es que Jesús aumente, es decir, que vea descendencia abundante; y que él disminuya, porque no es el Esposo, como recordará a sus discípulos.

Por todo esto, Juan Bautista es todo un símbolo y un ejemplo para nosotros los esposos.

Hablemos ahora de Herodes.

Herodes respetaba a Juan, sabía que era un hombre honrado y santo y lo defendía, cuando lo escuchaba quedaba desconcertado y lo escuchaba con gusto. También en la etapa del enamoramiento los novios nos respetamos, vemos en el amado alguien maravilloso al que defendemos, nos escuchamos con gusto…
Sin embargo, un matrimonio que no ha edificado su amor sobre roca, llegada la ocasión, por diferentes motivos, la debilidad… permite que el esposo/a se vea arrastrado por las circunstancias incluso acabando con su matrimonio.

A veces, cuando nos dejamos arrastrar por el pecado, se va engordando nuestra falta hasta provocar un dolor desmesurado a nuestro alrededor. Es el camino de la destrucción. Un desorden lleva a otro y otro… A Herodes, la infidelidad le lleva a la lujuria por la hija de Herodías, de ahí a dejarse llevar por sus pasiones y le promete lo que quiera, de ahí al orgullo de tener que cumplir su promesa por la gente, del orgullo a la vanidad de creerse con autoridad sobre la vida de Juan, y acaba con el asesinato de un Santo (así lo reconocía él mismo) y desde luego, siente la tristeza.

Amar es mucho más que sentir, porque en el sentimiento amoroso buscado únicamente por sí mismo, puede haber realmente una búsqueda sutil de uno mismo. Para amar hay que salir de las impresiones y conocer al amado. El amor está llamado a madurar y madura en el compromiso y la fidelidad, está llamado a buscar el bien común. Consiste en decir “no mi voluntad sino la tuya” como Cristo en el preludio de su ceremonia nupcial, de su Pascua.

Oramos con el Salmo: Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú.

Matrimonios en gracia o en des-gracia. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 24, 42-51

Matrimonios en gracia o en des-gracia.

¿Estamos preparados para la misión que Dios nos ha encomendado? En el Evangelio de hoy Jesús habla del criado fiel al que el amo ha encargado que sirva la comida a sus compañeros. En nuestro caso, el encargo recibido es el del matrimonio y la familia.
Para ello Jesús nos habla de estar preparados ¿Qué clase de preparación? Ser fiel y vivir en gracia o vivir en des-gracia

Utilizaremos la imagen escatológica (del final de los tiempos) en la que vuelve el Esposo (Cristo) y le recibe su Esposa (La Iglesia) que está preparada para acogerle. No se trata de una imagen simbólica, sino la manera de culminar la alianza con Dios en la carne.

Trasladamos esta acogida a Cristo a nuestra acogida al esposo/a: ¿Estamos preparados para recibirle?. Más aún, ¿Nos preparamos? ¿Damos la importancia a ese encuentro con nuestro esposo (en genérico) como si fuera Cristo mismo quien va a venir a nosotros?. Nos preguntamos hoy si estamos trabajando la complementariedad de esos dos mundos, la masculinidad y la feminidad para hacerlos uno; si nos estamos conociendo cada día más, si nos estamos ayudando en la fe para llegar a Dios, si nos complementamos como padre y madre en la educación… En la medida en que estemos preparados para la venida del esposo/a, lo estaremos para Cristo. Según le acojamos, según le tratemos, con la dignidad que le corresponde, estaremos preparándonos para la venida de nuestro “Amo”.

Hoy Jesús nos pregunta: ¿Dónde hay un esposo fiel y cuidadoso, a quien Dios le encargó la tarea de ser semejantes a Él en nuestra relación de comunión? ¿un matrimonio que vive en gracia? Un matrimonio agradecido consciente de que todo lo recibe del Padre y que se mantiene firme en Él, un matrimonio fiel a su cita con aquel que sabemos nos Ama, que se prepara cada día con actos de amor, un matrimonio trasmisor de la fe para los hijos…
Pues dichoso el esposo, el matrimonio si el Señor lo encuentra portándose así.

Pero si el matrimonio piensa que Dios está lejos, que tarda en llegar… y vive como tal, entre comidas de amigos, comodidades, autocomplacencias… a la hora que menos se lo espere descubrirá que su matrimonio es una des-gracia viviendo el llanto y rechinar de dientes. Rezamos por ellos para que reaccionen hoy, antes de que sea tarde, antes de la venida de Cristo.

Oramos con el Salmo: Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.

La táctica del Tentador para desviarnos del amor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 23, 27-32

La táctica del Tentador para desviarnos del amor.

Si los fariseos eran o al menos intentaban ser hombres de Dios ¿Qué ocurre con ellos para que se desvíen del camino del amor?.
Si los matrimonios se unen por amor, con toda la ilusión y todos sus proyectos ¿Qué ocurre para que se desvíen también del camino del amor?.

Hoy hablaremos del Tentador y cómo actúa.
Observemos en el Génesis la actuación de la Serpiente. Cómo consigue sacar a Adán y Eva del paraíso en el que Dios los había puesto. Es la misma técnica que utilizará para sacar a los esposos de ese “paraíso” de amor que vislumbraban cuando se casaron.

La primera pauta de comportamiento del Demonio, es que no niega a Dios. A los novios, no les niega el amor. Insistimos, no niega la existencia de Dios ni del amor sino en deformar su imagen.
“Invita a desconfiar de la bondad originaria del Creador, rechazando su proyecto sobre el hombre (hombre-mujer). Se trata así de cortar amarras con el Origen, con la paternidad divina y con el reconocimiento filial que el hombre le debe. La vida que ofrece la serpiente consiste en una posesión solitaria; la ciencia prometida es un saber que no quiere fiarse de nadie.” (Una sola carne en un solo Espíritu pg. 81 ss)

Ya no necesitas a Dios, porque seréis como dioses. Es la sentencia del individualismo que vivimos hoy en día ¿O no?.

Pero ¿Qué tiene esto que ver con la relación matrimonial?.
“La relación entre Adán y Eva se transforma cuando ambos rompen el nexo con el Creador. … aunque Adán y Eva sigan unidos, en realidad su amor, perdida la referencia al origen en Dios, no puede ya indicar más allá de sí mismos termina por aislar al uno del otro: deja de ser amor. …
El Creador constata el dominio que Adán ejercerá a partir de entonces sobre Eva –tu deseo irá hacia el varón, y este te dominará- .” (Una sola carne en un solo Espíritu)

La relación de unión, de ayuda semejante el uno para el otro se convierte en una relación de dominación, similar a la que debían tener sobre el mundo “dominad la tierra y sometedla”. Dejan de ser “hermanos” de un mismo Padre para convertirse en “mini dioses” que no necesitan el uno del otro y se estorban. El cuerpo de la mujer, deja de ser para el hombre el medio santo que Dios nos deja para unirnos y llegar a Él, y se convierte en algo que desea dominar. A veces, casi como un trofeo a conseguir para su propia satisfacción o vanagloria. Por su parte, la mujer, arrastrada por sus emociones buscará en el hombre una respuesta que no encuentra: “Tendrás ansia de tu marido y él te dominará.” (Gn 3,16)

La consecuencia por tanto es el sufrimiento del que habla Dios en el génesis. El deterioro de la relación conyugal no solamente afectará a los esposos, sino que se transmitirá a sus hijos. Al no ser ellos imagen del Dios Padre del que proceden y de su auténtico Amor, transmiten una imagen distorsionada a sus hijos, que heredan viéndose afectado su amor, aprenderán de un modelo distorsionado.

En la obra El Don Juan, se concluye de la siguiente forma la relación entre Adán y Eva:
Después de que Eva pide a Adán que se unan “como yo te lo pido”: Olvidándolo todo y pensando solo en nosotros. Cerrando las puertas de nuestros corazones al amor de los demás, que no nos importa nada… Nada más que una vez, nada más que un instante! Quiero ser para ti tu dios y tu universo, como lo eres para mí…!
Podríamos añadir aquí “disfrutemos unos años antes de tener hijos”. Así quedan sumergidos en ese amor aislado que no es amor.
La historia concluye cuando Eva dice: “Adán, ¿Qué te sucede que no te siento? ¿Por qué mi goce no sale de mi cuerpo, Adán? ¿Por qué el tuyo no me llega? –Hemos pecado, Eva, contra el amor del Universo, que era el amor de Dios.”

Afortunadamente para vosotros, esposos, y para nosotros, Cristo vino a redimir el Amor. Dejemos de ser sepulcros blanqueados, que ríen con la gente y sonríen en las fotos, pero que viven la amargura de un hogar lleno de huesos y podredumbre. Recuperemos nuestros lazos con el Amor Original, con el Padre a través de Cristo, para recuperar el amor verdadero.

Oramos con el Salmo: Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén (tu familia, la tierra prometida) todos los días de tu vida.